Justificar lo injustificable
/El 12 de noviembre del año 2012 empezaba lo que sería, hasta el momento, el juicio más grande de la provincia por delitos de lesa humanidad, cometidos durante la última dictadura militar. Once meses pasaron desde el día en que la esquina del Tribunal Oral Federal se llenara de militantes de Derechos Humanos, organizaciones sociales y políticas, familiares de víctimas del terrorismo de Estado y otras personas que esperan, buscan y exigen justicia. El camino recién empezaba. Hoy falta poco más de un mes para que la sentencia sea una realidad. A lo largo de este tiempo se escuchó las historias más desgarradoras, los testimonios que dieron cuenta del espanto. Se conoció la prueba objetiva, irrefutable, científica a través de la palabra de los peritos. Se recorrió los lugares y se los reconoció. Esos lugares donde ellos, los testigos, recordaron y las heridas parecieron abrirse. Esos lugares donde los familiares encontraron un poquito más de verdad.
La semana que pasó algunos de los imputados decidieron hablar. Hicieron uso de su derecho a la defensa material, esa defensa que pueden ejercer por ellos mismos. El primero en declarar fue Fernando Torres quien fuera oficial del Destacamento de Inteligencia 142. La imputación que pesa sobre él es como autor material de asociación ilícita agravada; autor mediato de violación de domicilio, privación ilegítima de la libertad agravadas, torturas agravadas, tortura seguida de muerte y homicidio triplemente calificado. “Jamás recibí ni transmití una orden que no esté legal al orden vigente en ese momento”, dijo el imputado.
Torres planteó que nunca había sido mencionado por ningún sobreviviente en ninguna denuncia a lo largo de “estos casi 40 años”. Presentó el “ciclo de la inteligencia” como un ‘método científico’ usado tanto en el ámbito académico cómo en el empresarial y negó que se lo haya aplicado, en el país, con las características de secuestro-torturas-liberación-nuevo secuestro. Se refirió al testigo protegido OP acusándolo de falso testimonio y afirmó no haber conocido a Anabel Cantos. “Jamás estuve en el Arsenal, nunca vi ni mencioné a la señora Cantos”, sostuvo el imputado. Así, una y otra vez, desestimó los testimonios de quienes lo comprometían. “Siempre estuve a derecho. Mi actuación ante la justicia fue de colaboración”, manifestó sobre el final de su declaración.
La audiencia del día jueves siguió con la declaración del imputado Hugo Enzo Soto. Soto actuó como Jefe de la Compañía de Arsenales 5 y se encuentra imputado como autor material de asociación ilícitaagravada; partícipe necesario de privación ilegítima de la libertad, torturas agravadas, tortura seguida de muerte y homicidio triplemente calificado.
Su defensa se sostuvo en el desconocimiento del funcionamiento de un Centro Clandestino de Detención en el predio del Arsenal Miguel de Azcuénaga. Presentó un plano de las instalaciones e intentó mostrar las distancias existentes que, según él, hacía imposible saber lo que sucedía en la zona de polvorines. Los testimonios de sobrevivientes, de ex gendarmes y de ex conscriptos sostuvieron que no era posible desconocer lo que allí sucedía. Se habló de la detención, tortura y muerte de cientos de personas en un lugar custodiado por gendarmería y que pertenecía al ejército.
En una segunda parte de su declaración se refirió a Federico Adolfo Furth. Este estudiante de ingeniería acudió a retirar su libreta tras haber sido dado de baja del servicio militar. Desde entonces permanece desaparecido. Familiares de Federico contaron en audiencias pasadas que, después de su desaparición, vieron el vehículo que había utilizado, entrar y salir de Arsenales. Soto afirmó no tener responsabilidad alguna en la desaparición de Furth e insistió en que su formación específicamente técnica no le hacía tener ningún vínculo con lo que sucediere en el CCD.
Por la tarde pasó a declarar el imputado Pedro Osvaldo Caballero quien también fuere jefe de la Compañía de Arsenales 5. Caballero está imputado como autor material de asociación ilícita agravada; partícipe necesario de privación ilegítima de la libertad, torturas agravadas, tortura seguida de muerte y homicidio triplemente calificado.
Su defensa versó sobre argumentos similares a los de Hugo Soto. “Buscan vincular mi función con la comisión de delitos cometidos en el CCD”, dijo Caballero que presentó ‘aspectos referidos a la ubicación geográfica y organización de la compañía 5 de Arsenales'. En su extensa declaración, que duró poco más de tres horas, hizo mención a la causa de Luis Alberto Soldati, buscó desestimar a los testigos que lo señalan como responsable, principalmente a Ibáñez, y dio una detallada explicación de por qué los delitos que se le imputan no deberían considerarse como Genocidio. “La persecución fue a grupos políticos que ponían en peligro la estabilidad del país”, sostuvo. Señaló cuáles serían delitos de lesa humanidad y agregó que “el genocidio de grupos políticos no es genocidio”.
Viernes 25
La audiencia, según estaba previsto, empezaría a las 8 de la mañana. Se había hecho saber que la declaración de Ariel Orlando Valdiviezo, imputado que declararía desde Ezeiza, contaba con 90 páginas. Por problemas técnicos con la conexión por videoconferencia el inicio del debate se retrasó una hora.
A las 9 de la mañana empezó a declarar Celso Alberto Barraza. La imputación por la que se encuentra en este juicio es como autor material de asociación ilícita agravada, privación ilegítima de la libertad agravada, torturas agravadas, abuso sexual y homicidio triplemente calificado.
“Soy injustamente acusado por un delito aberrante que es el de abuso sexual”, espetó el imputado. “Es la primera vez que puedo ejercer el derecho de defensa”, continuó. Su deposición apuntó a desestimar los testimonios en su contra, negar lo declarado por una de las víctimas que lo indicó como su abusador. Además señaló a su hermano, Roberto Barraza, como la persona que habría cometido los delitos de los que a él se le acusa. “Lamentablemente tengo que decir que no se trata de mi persona, sino de mi propio hermano”, afirmó Celso Barraza que insistió con la ‘confusión de personas’ por parte de los testigos.
El segundo imputado del día viernes fue Benito Palomo, quien está imputado como autor material de asociación ilícita agravada; partícipe necesario de privación ilegítima de la libertad, torturas agravadas, tormentos seguidos de muerte y homicidio triplemente calificado.
“En Tucumán nunca ejercí comando de tropa. Tampoco tuve poder de mando, tampoco tuve dominio de ninguna situación”, esgrimió como defensa. Luego habló del ex gendarme Antonio Cruz, contó la relación que tuvieron mientras estuvo en Arsenales y explicó, según él, las supuestas razones por las que el testigo lo involucrara en los delitos allí cometidos.
El último en declarar durante la mañana fue Camilo Colotti. Imputado como autor material de asociación ilícita agravada; autor mediato de violación de domicilio, privación ilegítima de la libertad agravada, torturas agravadas, tortura seguida de muerte, homicidio triplemente calificado. Colotti fue segundo Jefe y Jefe del Estado Mayor del Regimiento 19.
“Al regimiento 19 se le atribuye casi todas las cuestiones referidas al área de operaciones”, dijo y explicó cuales habrían sido las zonas de acción y los límites de cada fuerza de tareas. Negó haber tenido responsabilidades en el área 321 y haber actuado en lo que se conoce como 'Lugar de Reunión de Detenidos' (LRTD).
Siendo las 10.30 de la mañana la audiencia pasó a cuarto intermedio hasta las 14 horas. Se garantizaba desde Ezeiza que recién a ese horario estaría dispuesta la conexión por video conferencia para que Ariel Valdiviezo pudiera hacer su descargo.
“No vengo a pedir justicia. Vengo a oponer la nulidad de un juicio que juzga actos realizados en tiempos de guerra”, dijo al empezar el imputado Ariel Orlando Valdiviezo. Presentó una estructura de lo que sería su deposición en seis puntos que incluía temas como “Principios del Nazismo”. Habló de una guerra revolucionaria, se refirió a las víctimas como “terroristas guerrilleros”, defendió la necesidad de lo hecho para el “cuidado de la Patria y sus valores”. Hizo un apartado especial en la protección de la religión “Lo que hicimos fue para poder decir hoy, orgullosos y sin escondernos, ‘Viva Cristo Rey’”, justificó.
En lo que fue una clara defensa del terrorismo de Estado sustentada en la teoría de los dos demonios, le dijo a los jueces “Nadie me pidió que vaya con el código penal bajo el brazo, señor juez, y si así hubiera sido lo habría llevado a usted conmigo”. No dudó en desestimar al tribunal, al proceso judicial que cuenta con todas las garantías, a los fiscales y a “este gobierno de montoneros”. “Esta provincia estaba a punto de disgregarse”, dijo en lo que fue la declaración más extensa de las audiencias. Aseguró que fue el pueblo el que “pidió la intervención de las fuerzas armadas en la toma del poder”.
El imputado expuso por más de cinco horas. Lo que dijo no fue nada que a lo largo de estos 37 años no se haya escuchado. Lo que hizo fue defender lo indefendible. Habló de un juicio justo, del principio de inocencia que ellos mismos negaron y hoy reclaman. Derechos que aunque no reclamasen igualmente los tendrían. De hecho, les son garantizados. Porque los familiares de las víctimas, los organismos y las personas que lucharon por este juicio así lo pidieron, así lo buscaron, así lo quisieron. Quiso justificar el saqueo, el robo, las torturas, las violaciones, las “cacerías de seres indefensos” de miles de personas. Habló de una guerra cuando se llevaron adolescentes, trabajadores del surco, ancianos, militantes de sus casas. En estado de total indefensión. No puede, no pudo, no podrá, ni él ni ninguno, sostener que fueron actos de guerra. Por un lado, porque no se cometieron en un campo de batalla; por el otro, porque ni siquiera en una guerra, el código militar lo permite. Quiso presentarse como un héroe patrio. Pero no pudo.
Esta semana empieza una nueva etapa en la megacausa Jefatura II Arsenales. Serán las querellas, las fiscalías y luego las defensas las que expondrán sus alegatos. Se espera para diciembre la sentencia. Cada juicio, cada sentencia, cada condena es también otra muestra que, aunque algunos insistan, ya no se puede defender lo indefendible.
Fotografías de Julio Pantoja y Bruno Cerimele | Agencia Infoto