De Benedetti, primeros testimonios

“Hago todo lo posible para que el asesinato de De Benedetti tenga un final de verdadera justicia”, fueron las palabras de Ramón Pablo Videla. Ramón fue uno de los 8 testigos que declararon en la audiencia del jueves pasado en el juicio por la causa de Osvaldo Sigfrido de Benedetti. En la misma jornada se escuchó a Raúl Antonio Aybar, Emma Elide Angélica De Benedetti, Roberto Gabriel Varas, Rodolfo Francisco Novillo Robellini, Alberto Levi, Humberto Miguel Tumini y Alberto Raúl Gonoud. Todos ellos conocieron a 'el Tordo', como le decían a Osvaldo, y muchos de ellos compartieron celda y contaron la angustia que vivió cuando se dio cuenta de que querían matarlo.

La segunda audiencia de este juicio había empezado con el tratamiento de cuestiones preliminares. Los abogados defensores hablaron de la avanzada edad de sus defendidos, de los años transcurridos desde empezadas las investigaciones, de que los imputados se encuentran detenidos todo este tiempo, y se refirieron a Osvaldo De Benedetti como 'supuesta víctima'. “No”, dijo el fiscal Leopoldo Peralta Palma, “¡Hay una víctima! Yace en el cementerio del Norte”, agregó manifestando su enojo por las palabras de los defensores. “Tengo 85 años y hace 37 años que busco a mi hija”, dijo de pie una mujer que se encontraba entre el público. Vilma Rivero, una de las madres que asiste a todas las audiencias de todos los juicios, que siempre está presente y que sigue buscando a su hija, Ana Ibáñez, le pidió disculpas a la defensa pública por “no haber traído una aureola para sus defendidos, semejantes asesinos, torturadores, secuestradores, violadores”.

Más tarde llegó el momento en que los imputados tuvieron la oportunidad de hacer uso de la palabra y ejercer lo que se conoce como defensa material. El único que decidió declarar fue Ariel Orlando Valdiviezo que lo hizo por el sistema de videoconferencia desde Ezeiza. Jorge Gorleri, otro de los imputados, dijo que no prestaría declaración pero que estaba dispuesto a responder preguntas. No obstante, cuando el fiscal le preguntó por sus funciones como jefe de operaciones, el defensor Manuel Bonnin lo interrumpió y terminó por aconsejar a su defendido que se abstenga de responder.

Las primeras declaraciones testimoniales

El primer testigo de la jornada fue Raúl Aybar, quien al igual que De Benedetti fuera militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Según la investigación que se llevó adelante durante la etapa de instrucción de la causa, su declaración bajo tortura en el año 1978 fue el punto de quiebre por el que Osvaldo De Benedetti pasó de ser un preso político más a alguien que no debía permanecer vivo. Es que este es uno de los aspectos que más llaman la atención del asesinato de 'el Tordo': los años que estuvo detenido 'legalmente' y su muerte disfrazada como producto de un intento de fuga. Los testimonios que pasaron en la tarde del jueves confirmaron una y otra vez que Osvaldo, después de ser interrogado en el Centro Clandestino de Detención de 'La Rivera', comenzó a temer por su vida. “Él estaba seguro que lo iban a matar”, “Estaba muy abatido, tenía mucho miedo”, “Lo habían identificado como un importante dirigente del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)”, dijeron los testigos que compartieron celda con él.

La supuesta fuga

La versión oficial afirma que De Benedetti fue abatido en un intento de fuga mientras era trasladado al sur de la provincia para que identificara un presunto depósito clandestino de material de guerra. Sin embargo los testigos dejaron claro que esto no era posible por varias razones. Sostuvieron que a ninguno de ellos se les ocurría que pudieran fugarse por la forma en que eran trasladados. “Nunca nos trasladaron de otra forma que no sea con esposas, atados con alambres, con sogas, con capuchas. Me parece absurdo pensar que quisiéramos fugarnos”, sostuvo Roberto Gabriel Varas. “Los traslados eran hechos por militares, nos llevaban vendados, atados”, afirmó Rodolfo Novillo Rabellini. Era frecuente hablar de abatimientos por intento de fuga cuando se asesinaba a detenidos legales.

Ramón Videla manifestó que siempre le resultó sospechoso que justamente a Osvaldo De Benedetti lo llevaran a reconocer un lugar donde se guardaran armas siendo que llevaba cuatro años detenido. Las posibilidades que él conociera esos datos después de tanto tiempo son, cuanto menos, ínfimas. “Para mí fue una excusa para matarlo”, concluyó el testigo. “No es casual que él haya sido detenido en Tucumán y traído a Tucumán para eliminarlo”, dijo sobre el final de su declaración Alberto Levi. “Era para ejemplificar. Como un escarmiento para los otros”, agregó quien fuera compañero de celda del 'Tordo'.

El nombre del juez

El miércoles por la noche fue detenido el ex juez tucumano Manlio Torcuato Martínez. Su accionar como juez y su responsabilidad en los delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar están siendo investigados en la segunda parte de la causa 'Romero Nickilson'. En la audiencia del jueves fueron varios los testigos que lo nombraron.

Humberto Miguel Tumini contó durante su declaración testimonial que fue detenido junto a Osvaldo por la Policía Federal. Que los 10 días que estaba permitido ‘por ley’ tenerlos incomunicados los torturaron salvajemente. Que luego fueron llevados al Juzgado Federal donde había asumido el juez Manlio Martínez. “Entre los compañeros pensamos que quien había pedido el traslado había sido el juez Manlio Martínez porque era el que entendía en su causa”, sostuvo Roberto Varas cuando se refirió al traslado de Osvaldo desde Córdoba a Tucumán. “El juez que intervenía era Manlio Martínez. Mis padres siempre me dijeron que ellos consideraban que el juez era responsable del asesinato de mi hermano”, dijo Ema De Benedetti, hermana de 'el Tordo' que también declaró como testigo.

Una familia perseguida

Ema Elide Angelina De Benedetti estaba exiliada en el exterior cuando se enteró que su hermano Osvaldo había sido asesinado. Gabriel Francisco, el tercero de los hermanos, también había sido detenido y murió mientras estaba recluido en el penal de Rawson. La persecución a su familia hizo que ella se tuviera que exiliar en Francia y que sus padres también tuvieran que irse del país siendo muy mayores. “Mi hermanito sufrió la persecución desde que tenía seis años”, recordó emocionada. “Los conoció a sus hermanos en visitas a la cárcel, él dice que los conoció demasiado poco para lo mucho que sufrió por la pérdida de ellos”, agregó. Ema habló de lo difícil que fue para ella volver al país. Del dolor que le significó ver a su familia separada, de cómo mantenían el contacto a pesar de todo, de las cartas escritas en código. Cuando el fiscal le pidió que describiera a su hermano dijo: “No quisiera hablar mucho de mi hermano porque me voy a emocionar mucho. Era una persona muy especial. Era brillante, alguien me dijo que era un 'bocho', que él sabía de todo, pero además de eso era un excelente hijo, un excelente hermano, un excelente amigo”. Todos los testigos que declararon el jueves habían conocido a Osvaldo 'el Tordo' De Benedetti. Todos rescataron su inteligencia, su solidaridad y su compromiso con sus ideales.

Los restos de 'el Tordo' se encuentran enterrados en el cementerio del Norte. Allí los pusieron los que lo asesinaron. Allí permanecen desde julio de 1978. “¿Por qué el cuerpo queda en Tucumán? Yo creo que mis padres ya no tenían más fuerzas para sacarlo de donde estaba. El resto de la familia tenía mucho temor por eso decidieron dejarlo allá”, le respondió Emma al fiscal cuando le preguntó por los restos de su hermano.

Una vez más la pregunta de qué es justicia después de tantos años queda dando vueltas. Una vez más lo que aparece mucho más claro es lo que no es justicia. “Le decimos no a la venganza, a eso que le dicen ahora 'justicia por mano propia'. Nosotros hemos pasado las mil y una y jamás de la vida hemos pedido torturas, asesinatos”, dijo sobre el final de su declaración Raúl Antonio Aybar. “Hace 37 años que busco a mi hija”, gritó doña Vilma Rivero que le pone el cuerpo a una lucha que no está perdida porque a pesar de los años de impunidad todavía la sigue buscando. Hoy, en este juicio, es otra generación la que sostiene la bandera de la justicia. Quizás para Pablo y Gabriel Montanaro, los hijos de Osvaldo, la justicia pase también por que se sepa públicamente que a su padre lo asesinaron aquellos que se creían dueños de la vida. Aquellos que quisieron ponerle un candado a los sueños y a los ideales.

Gabriela Cruz

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