Un poquito de luz en medio de tanta incertidumbre
/“Queridos todos, hoy es un día de lluvia y viento. Es uno de esos días que uno extraña la casa, la tibieza de mi casa, el guiso caliente compartido con los que quiero”, dicen las primeras líneas de ‘la carta’. En el momento en que empezó a leerse la audiencia quedó paralizada. Los nudos en la garganta, en el pecho, en el alma. Esas palabras fueron escritas por Germán Cantos el 15 de diciembre de 1976 en el centro clandestino de detención que funcionó en el ex Arsenal Miguel de Azcuénaga. Llegó a sus padres por medio de un hombre que la acercó al domicilio familiar en la provincia de Santiago del Estero. Y aunque la familia Cantos hizo todo lo posible para dar con aquel hombre, no pudieron localizarlo.
De esa carta, que se despide con un: “De ustedes y para siempre, Germán”, se habló durante el juicio de la megacausa Jefatura II Arsenales. Esa carta fue la que sus hermanos, en cada testimonio, recordaron que la había leído don Francisco (padre de Germán) a toda la familia que hacía tres meses lo buscaba. Los testimonios y pruebas presentadas indican que el joven fue secuestrado mientras cumplía el servicio militar en el Batallón de Ingenieros de Combate 141 en la provincia de Santiago del Estero y luego fue traído a Tucumán y recluido, junto a sus primos Anabel y Luis Antonio, en el ex Arsenal.
En ese papel escrito de su puño y letra les habla a todos, pero también le habla a cada uno. “Aprender a vivir es la trama en esta vida. Es el drama y la comedia y todas las experiencias son fuentes que dan a otros campos y con 21 años son pocos los arroyos que he pasado”, le dice a don Francisco y parece recordar las largas charlas de padre e hijo con consejos cargados de amor. “Mamá, espero poder verte pronto para volver otra vez a hacerte emotivas caricias, a preguntarte cosas de tu juventud, a sentirme, cuando te miro, abandonado a tu amor”. Y la ternura de esa relación con doña Petra se hace palpable a todos los sentidos.
“Por nada en el mundo quisiera que la flaca se lleve materias a marzo”, dice el hermano protector que supo describir Angelines. Ese que a pesar del horror en el que estaba, pensaba en ella y en su futuro. “Hoy es 15 de diciembre, o sea el día de mi Gustavo. Él como, ustedes saben, es mi gran compañero y yo no puedo dejar de saludarle”. ‘Mi gran compañero’, dice el hermano mayor. “Yo sentía que Germán era más que hermano mi padre”, recordó afuera de la sala de audiencias Gustavo. “A mí nunca me faltaban barriletes, mi bicicleta si se rompía me la arreglaba Germán”. Y uno se imagina aquel niño de 9 años haciendo planes con su hermano grande, con el preferido, como el mismo Gustavo dijera.
“Yo no sé de dónde sacaba fuerzas para cantar”, había dicho una testigo un par de semanas atrás. Y quizás, la respuesta está en esta misma carta que se leyó frente al tribunal. “Estiro mis brazos tanto, tanto, que puedo tocarle y canto tan, pero tan fuerte, que puede escucharme ¡Y la pucha si me reconoce! Y qué alegre está”, y sigue hablando para Gustavo con el que le quedó una promesa pendiente. “Más vale que empiece a hacer los planos para la casita que construiremos cuando yo vuelva, arriba de la higuera, así puedo compartir con él su mundo, en su casita”. La casita del árbol es el sueño de todo niño y del pequeño Gustavo también lo fue. “Teníamos una higuera en el patio, una higuera bastante grande y que se podía armar una casa de madera. Eso es lo único que se quedó pendiente de hacer juntos”, recordó el que hoy es un hombre alto y corpulento.
Germán Cantos, el poeta, el cantor, el escritor de sus propios versos, no debió haberse imaginado que aquellas palabras íntimas, dedicadas a sus afectos más cercanos traerían, 38 años después, su humanidad a un lugar tan frío como la sala del Tribunal. “La carta tiene un sentido a descifrar de las condiciones en las que fue escrita, la forma en la que lo ha hecho. Seguramente decía muchas cosas en un lenguaje directo hacia la familia, pero también sabiendo Germán que esa carta iba a ser leída por sus captores”, sostuvo Inés Lugones sobre el final de la jornada. Una jornada cargada de emociones que va concluyendo la etapa de presentación de pruebas.
Solo quedan dos audiencias más, la del jueves 28 de agosto y la del 4 de setiembre. El 28 empezarán los alegatos y el 4 se conocerá la sentencia para Jorge D’Amico, único imputado en la causa. “Lo que nosotros consideramos en esta instancia, teniendo presente todas las declaraciones testimoniales que se han producido y, analizando cada una de esas declaraciones y de la documental, es pedir la máxima de la condena”, adelantó Álvaro Orieta. El abogado querellante señala que aunque sea un caso particular, con un solo imputado, es un hecho comprendido en el contexto de la ‘megacausa’ por lo que se considera un delito enmarcado en lo que se define como genocidio.
“Demás está decirlo que de esta carta no debe enterarse nadie”, advierte Germán en una de sus líneas. Julia Aignasse, querellante que junto a Orieta y Lugones representan a la familia, afirma que está claro que del ‘Arsenal’ no salía nada por las vías oficiales. “Eso (la carta) ha sido sacado en el margen de la clandestinidad con la que operaban los represores en Arsenales Miguel de Azcuénaga”. Para Lugones fue de gran utilidad que la familia la haya preservado durante tantos años. “Para poder ponerla acá en este lugar donde se está recontando la historia de Germán”.
La perversidad de los mecanismos con que se sostuvo la dictadura militar se extiende hasta hoy, más de 30 años después, el silencio de los genocidas no se explica. Julia Aignasse, en una súplica que exige, en una exigencia que suplica, dice: “Si tienen dos condenas, tres condenas a perpetua, ¡ya está! Avísennos y dejen que esas familias se reencuentren con sus seres queridos y puedan hacer realmente el duelo que a 36 años no pueden hacerlo".
“Si en una de esas no cuentan conmigo para las fiestas tengan en cuenta que es una falta con preaviso”, concluye la carta que Germán, vaya uno a saber en qué condiciones, logró escribir. Esa que hoy es un papel amarillento y seguramente ajado de tantas veces leída. La que hace presente las cualidades de Germán y permite que jueces, fiscales, defensores lo conozcan un poco más. “De ustedes y para siempre”, se despide y firma dejando el último testimonio de su vida el hijo, el hermano, el poeta, el cantor. El que puede verse en los ojos de quienes lo buscaron y que hoy esperan, nada más y nada menos, que justicia.