Más allá del juicio, ni un Ismael más
/La miopía social y la mezquindad política para abordar los asuntos policiales impiden apreciar que estas instituciones no son más que una expresión elocuente de nuestra sociedad, y una consecuencia –deseada o involuntaria– de una dirigencia política sin mirada estratégica y con una profunda aversión a ejercer la dirección de tales instituciones.
Marcelo Saín, El Leviatán azul
“Este 14 de febrero Ismael cumpliría 30 años. Mientras todos regalarán flores yo llevaré una placa blanca al cementerio”. Isabel recuerda, reflexiona, extraña. Todo el tiempo. Y el tiempo es largo, pasa lentamente desde que el 10 de noviembre de 2011 mataron a ese chico que crió como si fuera su propio hijo.
El juicio oral y público para juzgar a los cinco policías por la muerte de Ismael Lucena y las lesiones a Marcelo López comienza el 11 de marzo. Para muchos de los que militan la causa la fecha ha traído algo parecido a la alegría. Para Isabel es una fecha en la que no confiará hasta que no llegue el día y el debate oral efectivamente comience. Es que en abril del año 2015 se debería haber realizado el juicio, pero el juez que presidía el tribunal, Romero Lascano, se inhibió de la causa. Esta situación se dio porque organismos de derechos humanos y organizaciones civiles adhirieron a una nota presentada por los abogados de la causa solicitando una sala más grande para realizar el juicio. El fundamento del juez fue la imposibilidad que sintió a partir de esa presentación “para actuar con una concreta credibilidad y respeto a su investidura”.
La fecha está, 11, 14, 15, 18 y 22 de marzo. En el juicio se intentará arrojar luz a lo que sucedió ese 10 de noviembre cuando dos policías vestidos de civil interceptaron a Ismael y Marcelo. Pero no solo eso, también será una oportunidad para poner en debate, nuevamente, la actuación de una institución policial en la que el ejercicio de la violencia y la brutalidad sobre sectores vulnerables de la sociedad es un hecho que se repite incesantemente. Más aún cuando esta institución sigue valiéndose de una herramienta declarada inconstitucional como lo es la ley de contravenciones.
Poner en la agenda de discusión el funcionamiento del aparato policial no es sencillo. De esto dan cuenta muchos procesos que han encontrado resistencia para avanzar y efectivizarse en acciones que puedan convertirse en políticas para modificar esta situación. Vale recordar las campañas para la derogación de la ley de contravenciones o los pedidos de reforma policial después de los levantamientos del año 2013. Nada de esto pudo llegar más allá. La policía, con todo su aparato heredado de dictaduras, parece ser inmune a los intentos de cambio. La reflexión que cabe en este sentido tiene una doble cara. Por un lado encontramos un poder político que no tiene la decisión de modificar esta situación. Por otro, la indiferencia de una sociedad a la que no le toca de cerca estas violencias, o que ante la percepción de inseguridad tiende a la exigencia de mano dura y, con ello, la justificación de la brutalidad policial.
Ismael Lucena se convirtió en una bandera a partir de la cual se intentan dar estas discusiones, y esto excede la muerte y el propio juicio. El objetivo es más amplio. La propia Isabel lo deja claro al postular que el juicio no la conforma. “Los chicos siguen sufriendo la violencia de esta policía, ¿cómo me puede conformar el juicio?”. La mesa de apoyo a la causa se conformó, precisamente, para poder pensar en formas que no den lugar a que haya más Ismaeles. Si Argentina sabe de algo es de organización social. Referentes como Abuelas o Madres de Plaza de Mayo han marcado el camino en la lucha contra el poder político, policial y judicial. Experiencias como la mesa de apoyo a la causa toman, resignifican y hacen propios esos mecanismos para transformar una realidad de la que son víctimas miles de jóvenes en toda la provincia. Del espacio participan organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, medios de comunicación alternativos y personas que, sin pertenecer a un espacio específico, entienden que las estructuras solo se pueden modificar en conjunto. “Sin la mesa de apoyo mi familia no hubiera llegado a esta instancia”, dice Isabel y piensa en que nunca pudo soñar a su negro. “Todos lo soñaron contento pero yo no. Estoy segura de que el negro no me va a dar el gusto de verlo hasta que no consigamos justicia”.
Después de más de cuatro años todo está dispuesto para que el juicio se lleve a cabo. Dejar de lado la apatía social y acompañar el debate es el primer paso para que las estructuras puedan ceder y, de alguna manera, contribuir a la construcción de un sistema de seguridad pública democrático.