Las voces silenciadas construyen memoria

*Por Andrea Andrada (Nota realizada en el marco de la materia optativa: Comunicación, Memoria y Derechos Humanos - Facultad de Filosofía y letras)

Felipe Oscar Pérez vio una mano alzada tras el vidrio de su ventana. Era un gesto autoritario que lo obligó a salir aquella madrugada del 9 de marzo de 1976. No tuvo más remedio que obedecer. Dejó las luces apagadas y evitó asomarse. Tenía miedo. Segundos después, le entregaron una beba de pocos meses. El vecino obedeció nuevamente y sostuvo a Verónica en sus brazos. Enseguida comprendió que se trataba de la hija de su vecina Alicia.

Alicia Isabel Pérez tenía 24 años y estaba embarazada cuando fue secuestrada junto a su compañero, Juan Mario Astorga. Estaban en su casa de Tafí Viejo con su hija pequeña cuando un grupo de policías armados, que se movilizaban en un carro de asalto y un automóvil, irrumpió en el domicilio y se llevó a la pareja con rumbo desconocido.

Era una noche de verano. Los hombres tenían los rostros cubiertos y estaban provistos de armas largas. Uno de ellos, de cuerpo robusto, cara ancha y rasgos tucumanos marcados en el habla, fue quien dejó a la pequeña Verónica en la casa de Felipe. Este, aún sorprendido, se dirigió al domicilio del matrimonio, pero al llegar encontró todo completamente vacío. Alicia y su marido habían sido arrancados por la fuerza. El lugar estaba desordenado y sus pertenencias revueltas. El testimonio de Felipe fue confirmado por varios vecinos que habían oído movimientos y ruidos inusuales.

Después de aquella noche, Pérez se contactó con la abuela de la niña, doña Elvira Rosa de Astorga, y la dejó a su cuidado. Solo bastaron unos minutos para que la vida de Verónica cambiara para siempre. Había perdido a su mamá y a su papá.

Actualmente, la pareja continúa desaparecida, al igual que el niño o niña que debió nacer en cautiverio. Verónica sigue buscando a su hermano o hermana. Calcula que pudo haber nacido en septiembre de 1976 y que hoy podría tener 48 años.

Esta es la historia de Alicia, una de las tantas mujeres desaparecidas durante el Operativo Independencia, cuando el terrorismo de Estado se aceleró en Tucumán y el plan represivo avanzaba desde hacía más de un año sobre la zona montañosa y selvática del sur de la provincia, alcanzando a trabajadores locales.

Mujeres trabajadoras y militancia obrera en Tucumán

Foto: Elías Cura | La Palta

Alicia nació y creció en el ingenio Concepción. Desde muy joven estuvo vinculada a la actividad gremial. El entorno azucarero, donde el trabajo y la vida cotidiana se entrelazaban, forjó en ella no solo un sentido de pertenencia, sino también de lucha y resistencia.

Desde la infancia, respiró la lucha por la justicia laboral. Esa tradición de organización obrera había moldeado a generaciones de trabajadores tucumanos. Las mujeres del sector azucarero habían participado desde los años 40 en huelgas, protestas y organizaciones comunitarias, defendiendo sus hogares y derechos.

Esa participación activa les dio un lugar en la militancia popular. Un espacio que, pocos años después, fue brutalmente atacado durante el Operativo Independencia y luego invisibilizado por la historia oficial.

Aquí es donde esa militancia visible y poderosa se encontró con la violencia institucional. Quienes defendían sus ideas y su trabajo fueron silenciados, secuestrados, torturados, abusados sexualmente y asesinados bajo la excusa de combatir una “subversión”.

La persecución se intensificaba cuando las víctimas eran mujeres. Su condición de género transformaba el sometimiento físico en un ataque moral. Las militantes eran consideradas “doblemente subversivas” por la dictadura: militantes y mujeres que cuestionaban el rol tradicional impuesto.

Violencia sexual como arma del terrorismo de Estado

Estefanía Luján Di Meglio, autora del artículo “Mala época para ser mujer. Aproximación a un análisis interseccional de la violencia sexual en los centros clandestinos de detención durante la última dictadura en Argentina”, sostiene que ser mujer durante la dictadura implicaba una intensificación de la opresión, reforzada por discursos patriarcales. Además, afirma que se esperaba que la mujer se desempeñara en la casa y no ingresara en la esfera de lo público, en la política.

“En esta dirección, las mujeres militantes durante la dictadura fueron perseguidas por un doble motivo, por una doble transgresión: haber abandonado los roles que por costumbres o por tradición correspondían a ellas, y por ser militantes políticas de oposición en una época en la que partidos políticos e ideologías contrarias al régimen estaban proscriptos” explica Di Meglio, y agrega que “ “las mujeres durante la dictadura no fueron perseguidas y secuestradas particularmente por ser mujeres, sino por ser militantes; pero sí fueron particularmente castigadas y disciplinadas por ser mujeres”.

Operativo Independencia: el inicio del genocidio en Tucumán

A mediados de los 60, en Tucumán, la lucha azucarera nucleada en la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (FOTIA) advertía un conflicto que el poder buscaba aplastar. Esa tensión estalló oficialmente con el Operativo Independencia, habilitado por el decreto firmado por la presidenta María Isabel Martínez de Perón para que el Ejército “aniquilara” al ERP.

El verdadero objetivo fue más amplio: destruir el movimiento popular tucumano y disciplinar la organización colectiva de trabajadores, estudiantes y comunidades enteras.

La represión alcanzó a cualquier persona que desafiara el orden establecido. Fue un ataque deliberado, físico e ideológico, que buscó sembrar terror y anular toda forma de organización social. Una política de exterminio que apuntó contra la vida misma de las comunidades trabajadoras.

Nombrar para romper el silencio

Tucumán fue el inicio del laboratorio represivo que luego se extendió a todo el país. Nombrar a sus víctimas es disputar el relato histórico, desarmar el olvido impuesto y poner en el centro las voces que el poder intentó callar.

El terrorismo de Estado debe entenderse también desde una perspectiva de género que reconozca el sufrimiento específico de las mujeres: víctimas de una violencia sistemática que las castigó no solo por sus ideas, sino por desobedecer los roles de una sociedad patriarcal.