Megacausa Jefatura III: sin respuestas

Foto de Elena Nicolay | La Palta

Como cada día, Luis Gervan se dirigía en su camioneta a su trabajo, en Concepción, cuando un auto se interpuso en su camino. Pero no era cualquier auto. En aquel vehículo iban cuatro personas armadas y vestidas de civil que hicieron que frenara su camioneta para llevárselo. Lo que Luis no sabía era que aquel cuatro de noviembre de 1976 su vida y la de sus familiares y amigos cambiaría por completo.

Desde 1972, Luis vivía en Concepción junto con su compañera de vida Leonarda Alderetes. Tiempo después, se convirtió en secretario general del centro de empleados de comercio y militaba en el Partido Justicialista. “Todos los que militabamos nos conocíamos, sobre todo dentro del peronismo”, recuerda Ricardo Maturana, amigo y compañero de militancia de Luis.

El día de su secuestro marcó el inicio de una larga búsqueda por parte de su familia y amigos para saber a dónde se lo habían llevado. Se contactaron con el obispo de Concepción, quien les prometió que haría todo lo posible para encontrarlo, pero aquella promesa quedó en el olvido. Hasta que un día, unos militares les dijeron que vayan al ingenio Nueva Baviera en Famaillá, donde funcionaba uno de los tantos centros clandestinos de detención. Con la esperanza de obtener respuestas, Ricardo y la familia de Luis fueron hasta allá, pero al llegar nadie los atendió. La incertidumbre y la desesperación aparecían una vez más.

“Las amenazas eran permanentes. Nos decían que no siguiéramos averiguando, ni preguntando porque nos iba a pasar lo mismo”, dice Ricardo. A los años, la camioneta de Luis apareció abandonada y modificada por completo. Mientras avanza su declaración, Ricardo recuerda que en Concepción varios compañeros y compañeras de militancia fueron secuestrados. De la mayoría no se supo nada más y hoy, como Luis, continúan desaparecidos.

Foto de Elena Nicolay | La Palta

Llevados a la fuerza

En la sala de audiencias, también se escucha la historia de Pedro Silva y Carlos Rocha. Ellos también fueron secuestrados, fueron llevados a la fuerza y nadie les dio un porqué.

Pedro era secretario general del sindicato de obreros del ingenio Leales y estudiaba para ser contador. “Él era muy apasionado en lo que hacía. Como dirigente defendía a los obreros y pienso que eso le molestaba a la patronal”, cuenta su hermana Isabel Díaz.

Dos días antes de ser elegido como secretario general, fue secuestrado por primera vez. Lo llevaron a un lugar oscuro que no pudo identificar, pero el ruido de los autos le advirtió que era lejos de su pueblo. Allí estuvo poco tiempo, luego lo liberaron. La segunda vez fue en noviembre de 1976, mientras trabajaba en una oficina en San Miguel. “Llegaron dos hombres y una mujer, y se lo llevaron”, recuerda Isabel.

La mamá de Pedro lo buscó por cielo y tierra, toda su vida. Nunca pudo saber dónde estaba su hijo. Hace dos años, Isabel tuvo conocimiento de las listas presentadas por el testigo Juan Carlos Clemente en el 2010. Allí el nombre de su hermano aparece junto a las siglas DF (Disposición Final). “Para nosotros ha sido muy fuerte. Toda la vida hemos tenido la esperanza. Yo veía a mi madre sufrir, la veía morir de pie”, dice Isabel.

Carlos fue secuestrado en abril de 1977, también en su trabajo. “Ahí comenzó el peregrinar de mi papá y nunca hubo respuestas”, recuerda su hermano Ramón González.

Luis, Pedro y Carlos continúan desaparecidos. El “nunca hubo respuesta” aparece en cada relato de los familiares, se repite una y otra vez. No pueden entender cómo después de tantos años, aún no se sepa dónde están, ni qué les pasó. Sin embargo, conservan la esperanza de hallar en este juicio la verdad y encontrar así un poco de paz.