Historia de terrorismo

Fotografía cortesía de Fulvio RIvero Sierra

Bruce Wayne observa varias imágenes del Guasón en las pantallas led que tiene a la altura de sus ojos. Programas de reconocimiento de patrones tratan de identificar a la persona que se esconde tras la macabra sonrisa. Al lado del caballero de la noche se encuentra el siempre mesurado, frío y fiel Alfred, quien tratará de hacer entrar en razón a su amo.

–Los criminales no son complicados Alfred – anuncia Bruce mientras, con aires de suficiencia, da la espalda a su mayordomo y camina poniendo distancia –. Solo hay que descubrir lo que buscan.

Pero el viejo es más racional y estable.

–Con respeto, joven Wayne – advierte –, tal vez él sea un hombre que tampoco usted entiende.

El mayordomo encara una narración didáctica en la que cuenta que en sus años mozos, siendo parte del servicio secreto inglés en un país del sudeste asiático con sus “amigos trabajaba para el gobierno local” sobornando a jefes tribales con piedras preciosas. La cosa es que había uno que robaba las joyas al gobierno e impedía el normal desarrollo de la alta empresa que lo había llevado a lugares tan recónditos.

Alfred se acerca a Bruce. En la pantalla la imagen del ex agente se enaltece, toma carácter y seriedad, da un poco de miedo.  

–Entonces fuimos a buscar las joyas –cuenta el viejo, y al espectador se le ocurre que no le gustaría estar en los zapatos del perseguido–. Pero en 6 meses no encontramos a nadie con quien él comerciara.

El joven Wayne no comprende adónde va el sirviente que lo mira con rudeza.

–Un día vi a un niño jugando con un rubí del tamaño de una naranja –continúa el fiel escudero–. El bandido sólo las obsequiaba.

–¿Y por qué las robaba? – interpela Bruce haciendo de su voz la de los millones que miran la pantalla del cine, televisión u otros dispositivos y se hacen la misma pregunta.

–Pues porque para él era sólo un deporte –y aquí la frase que justifica esta extensa y aparentemente inapropiada referencia a la obra de Nolan–. Porque hay hombres que no buscan nada lógico como dinero, no puedes comprarlos, intimidarlos, convencerlos ni negociar con ellos. Hay hombres que sólo quieren ver arder el mundo.

El mayordomo sale del plano y queda la imagen de Wayne que mira las pantallas nuevamente y piensa. Las pantallas muestran al Guasón pero al espectador se le aparecen otras imágenes: Aviones que se estrellan contra edificios enormes, hombres de rostro cubierto por pasamontañas y pañuelos o largas barbas blanquecinas.  

Esta escena es parte de la propaganda que, desde el 11 de septiembre de 2001, la mega industria del cine norteamericano repite incesantemente como una forma de justificar las más injustificables masacres. La acepción de terrorismo que los guionistas de “El Caballero de la Noche” ponen en boca del buen Alfred es una de las más básicas y difundidas; supone la existencia de locos organizados sin otro fin que el de generar pánico por diversión o por deporte, diría el mayordomo; supone la deshistorización y simplificación de los conflictos políticos y territoriales. El concepto se caracteriza por la ambigüedad, por su uso inadecuado o, más que eso, por el abuso que de él se hace a la hora de definir a un otro que está en conflicto con intereses propios. Esta es, ante todo, una definición pragmática, acotada a los ojos de una parte interesada. El objetivo se cumple, quienes miran la pantalla ven a los enemigos de la 'libertad', de la 'democracia' y del mundo civilizado.

Esa construcción desde el 11 de septiembre se hizo carne y sangre, especialmente en los países árabes del Medio Oriente, y es la que vimos en plena ejecución durante el conflicto palestino-israelí que se desató el 8 de julio, donde la presencia de un ejército regular ('Fuerzas Defensivas') nos muestra como contracara un grupo 'terrorista' (Hamas) armado para atacar a gente inocente.  

Hay quienes piensan que esto no es tan así, hay quienes ven en Hamas un grupo insurgente surgido de la resistencia del pueblo palestino ante la ocupación israelí. Problematizar un conflicto que suele simplificarse permite entender por qué los palestinos dan poder a un grupo que plantea salidas relativamente extremas ante un enemigo que propone soluciones extremadamente extremas. Constantemente oímos las quejas de Israel sobre los misiles que se arrojan desde Gaza. La reacción obvia de gente poco informada sobre el tema es la indignación ante el accionar salvaje de los encapuchados que atacan a los amables granjeros.

La Historia de David

David es el nombre del histórico rey de los judíos que dio unidad política y logró expandir el antiguo reino de Israel y que es venerado también por cristianos y musulmanes (que le llaman Dawud). También el de un  Doctor en Física, investigador del CONICET y profesor de la UNT. David Comedi es judío, argentino y referente de Tucumán por Palestina, un grupo conformado con el fin de generar conciencia en nuestra provincia alrededor de lo que él llama el genocidio palestino.

David nació en una familia de ascendencia judía. Uno de sus abuelos, oriundo de Jerusalén, era un judío árabe, como él lo llama, al igual que su abuela que formaba parte de la Colectividad Judía de Beirut (Líbano) y hablaba árabe. Sus otros abuelos son sefaradíes (la línea que se conformó con los judíos expulsados por los Reyes Católicos de la península ibérica). Sus antepasados fueron a parar a Turquía y desde allí llegaron a la Argentina. Su ascendencia tiene una fuerte impronta árabe, sin embargo como una buena parte de los judíos, como producto de la persecución nazi de los años 40, se volcaron al sionismo, el movimiento judío europeo que desde finales del siglo XIX comenzó a planear la creación de un Estado sólo para los judíos; debido a esta influencia rechazaron esta herencia.   

Siendo adolescente fue como inmigrante sionista a la Palestina ocupada. Allí se formó como físico. Pero no tardó David en darse cuenta que la historia que le contaban no coincidía con lo que veían sus ojos. Durante los 11 años que vivió en Haifa confrontó la visión de una sociedad en desarrollo, abierta y pluralista que le pintaban los dirigentes sionistas, aquella tierra a la que los judíos podían escapar de la judeofóbia reinante en el mundo (pero que debían defender del ataque de los países árabes que no soportaban su presencia), con la exclusión que producía un pueblo implantado a fuerza de guerra y dirigido por una ideología racista e hija y fiel representante del colonialismo.

A David le producía una extraña sensación haber nacido en un lugar equivocado, como le decían en aquella época. Haber nacido en Argentina cuando su verdadera patria era Israel. La búsqueda de su identidad lo llevó, años después, a rechazar estas ideas y a reconocer su patria como el lugar donde había nacido y no la que se había creado a base de la dominación de otro pueblo; a reconocer su verdadera herencia cultural, que era judía pero no europea, sino la parte judía del mosaico cultural que es el mundo árabe.

“Me robaron una parte muy importante de mi herencia cultural", explica David. "En mí se realizó la sustracción de una parte de la historia, borraron la parte de mi judaicidad árabe, semita. El sionismo generó sedición, para inventar una división en pueblos que vivían en total armonía con sus diferencias religiosas, despertando el nacionalismo judío para usarlo a favor del colonialismo y de la usurpación de Palestina, y arrancado simbólicamente a los judíos del mundo árabe, un mundo en el que el judaísmo se desarrolló durante cientos de años. El daño que han generado en mí es enorme, pero es muy pequeño comparado al daño que provocaron en Palestina. El sionismo se ha colocado allí para impedir la liberación de ese pueblo heroico que resiste la opresión de las grandes potencias imperialistas”, relata.

Una vez liberado de la ideología sionista, David comenzó la búsqueda de una identidad diferente, que coincidiera más con su forma de entender el mundo. En principio buscando retornar a su patria, luego participando de las diversas iniciativas que buscan visibilizar las consecuencias que la creación del Estado de Israel produjo en los habitantes de la tierra palestina. Así comenzó a militar en la Red Internacional Judía Antisionista, hoy representa a esa organización en nuestro país e impulsa el Boicot Académico al Estado de Israel, una serie de acciones para generar conciencia sobre el genocidio palestino a niveles institucionales de distinto tipo, sean estatales o académicas. Estas acciones se inspiran en el movimiento de Boicot Desinversión y Sanciones (BDS) que se inició desde los años 50 hasta los 80 contra otro régimen racista: el Apartheid de Sudáfrica.

La Historia de Palestina

Las naciones son construcciones simbólicas alrededor de las cuales las sociedades se reúnen y organizan. Esas construcciones tienen una historia fáctica, procesos complejos que fueron dando paulatinamente forma a las estructuras en las que habitamos hoy; y una historia más mitológica, con momentos culminantes, ráfagas de horas en las que los héroes fundantes ganaron grandes batallas con la ayuda (siempre secundaria) de pueblos que se sacrificaron en aras del bienestar general. La educación formal tiende a unificar y simplificar estas dos historias y así nos aparece como totalmente natural repetir una y otra vez hechos que pudieron suceder como creemos o no. Entonces “San Martín recibió las joyas de las damas ricas de Mendoza y con eso consiguió el dinero para cruzar los Andes con su ejército libertador”. O “Belgrano invocó la protección de la Virgen de la Merced y con ésta como generala de las fuerzas patrióticas logró la victoria que hizo posible la tan anhelada independencia”. Cuando las personas no van más allá de estos relatos la historia se torna billikenesca y parece hecha de figuritas en las que simpáticos jóvenes idealistas llevan a cabo hechos inexorables. La sangre no brota con dolor sino con orgullo, las heridas mortales dan tiempo para pronunciar palabras épicas (“muero contento, hemos batido al enemigo”) y todo parece empezar unos días antes que se desencadenen las batallas. Los procesos ríspidos, los choques entre ideas, las negociaciones y rupturas desaparecen. La historicidad de la idea de Nación, de Patria se licúa en sentimientos inexplicables. Las naciones se tornan elementos objetivos, casi palpables, naturales. Entonces a cada pueblo le corresponde una.

David fue reconstruyendo una versión de la creación del Estado de Israel muy diferente a la que le contaron cuando adolescente y que abrazó en aquellos años. Esa versión que difunden la mayoría de los medios masivos de comunicación avalada y financiada por las organizaciones sionistas de todo el mundo. Una versión por la cual es indiscutible que el Estado de Israel tiene derecho a existir donde está asentado1.

Toda historia debe comenzar en algún momento y, necesariamente, eludir acontecimientos anteriores. La historia de Palestina que David cuenta es la que se relaciona con la ideas del Sionismo de instalar una Nación Judía en ese territorio. Así relata que este movimiento judío europeo gestó esta idea a finales del S. XIX, siguiendo el esquema europeo de unificar pueblo y territorio, entendiendo que la judaicidad no era sólo una cultura sino una Nación y por lo tanto debía tener un Estado. Los teóricos sionistas barajaron y confrontaron posibles destinos para ese Estado: entre ellos la Patagonia Argentina y Palestina. Finalmente se definieron por el territorio del Levante Mediterráneo.

Los primeros sionistas, algunos de ellos muy ricos y con influencia sobre altos funcionarios ingleses (en la época de mayor poder del Imperio Británico), comenzaron con un lobby en las altas esferas europeas. La misión principal consistía en generar un movimiento migratorio desde Europa hacia Palestina, ya que allí la población judía era escasa y estaba integrada a las culturas arábigas. Sin embargo esta idea no cuajaba en las comunidades judías europeas. La nación judía no era la primera opción de migración para quienes tenían pensado dejar el viejo continente. Abandonar Europa para asentarse en tierras del Imperio Otomano no podía competir con las oportunidades que ofrecía América. Aun así algunos europeos migraron y compraron grandes extensiones de tierras y en 1909 conformaron la primera milicia sionista (la Hashomer) para expulsar a los árabes que vivían en las tierras que compraban.

La historia comenzó a virar con la primera guerra mundial. El imperio Otomano se desmoronó y las potencias europeas se repartieron sus dominios. Francia e Inglaterra tomaron posesión del Medio Oriente y al Imperio Británico le correspondió la zona de Palestina y Egipto. Las potencias, influídas por el lobby sionista, se comprometieron a aportar en la construcción del Estado judío (tratado de Balfour de 1917). Inglaterra tomó posesión de las instituciones palestinas a través de un mandato que en 1922 la Sociedad de Naciones (Organización Internacional que surge de la PGM) avaló. Con este mandato la inmigración judía a Palestina se intensificó. Todavía sin ser un fenómeno masivo, comenzó a preocupar a los árabes debido a la abierta intención de crear allí su Estado, y así en 1921 se produjeron manifestaciones de árabes (duramente reprimidas por la autoridad británica) para frenar la inmigración europea que cada vez producía mayores desplazamientos debido a la instalación de granjas sionistas. Sin embargo el sionismo siguió ganando terreno gracias al apoyo inglés y en 1925 fundaron la ciudad de Tel Aviv, en la costa mediterránea.

Durante los siguientes 15 años la situación se mantuvo en esos términos, la inmigración se fue asentando por las facilidades que ofrecía la autoridad británica y por las grandes cantidades de dinero que aportaron las organizaciones sionistas para la creación de granjas (Kibutz) en las que se instalaban y trabajaban los inmigrantes.

Con el ascenso del nazismo, y su discurso antijudío, que coincidió con el sionismo en su premisa del judío como miembro de una comunidad nacional ("Los  judíos son un peligro para Alemania, porque siempre serán judíos antes que alemanes", reza el Fhürer en Mi Lucha), los judíos europeos se volcaron masivamente a la ideología que habían rechazado durante décadas. Europa una vez más perseguía a una parte de sus habitantes por su herencia cultural y daba un basamento al proyecto de creación de un Estado del que no podrían ser expulsados. La inmigración se multiplicó exponencialmente generando mayores conflictos entre árabes, crsitianos y judíos.

Hacia el final de la guerra la población europea implantada en Palestina representaba al rededor del 10% de la población total. Los conflictos recrudecían y los Estados árabes se negaban a permitir la expulsión de palestinos de las tierras que los inmigrantes ocupaban apoyados por sus milicias y por el ejército inglés. En 1940 el director de la Agencia Judía exponía así el problema:

“Con los árabes dentro del país no podremos alcanzar nuestro objetivo de ser un pueblo independiente en este pequeño territorio, la única solución la constituye la Eretz Israel (Tierra de Israel) sin árabes (...). Y no queda otro recurso que trasladar a los árabes a los países vecinos. Hay que trasladarlos sin que quede ninguna aldea ni tribu. Este traslado se deberá hacer hacia Irak, Siria e incluso Transjordania“.

Con esta idea las bandas armadas iraelíes comenzaron a atacar a las poblaciones de árabes palestinos que rodeaban sus asentamientos y ciudades. Cuando los palestinos quisieron defenderse se encontraron con el ejército británico que los reprimía y quitaba las armas.

Para 1947 el lobby sionista y los conflictos internos lograron generar la presión para que el imperio Británico se retirara de Palestina, retirada que se haría efectiva en abril de 1948. Esta noticia recrudeció los enfrentamientos ya que se disputaba quién se haría cargo del territorio cuando ya no hubiera ejército británico. Como solución al conflicto Naciones Unidas propuso partir el territorio para conformar dos Estados. Una comisión de la ONU votó la Resolución 181 que otorgaba el 51% del territorio palestino a la creación del Estado de Israel para unos 650 mil judíos (menos del 30% de la población total, la mayoría inmigrantes) y que poseían sólo el 6% de la tierra. El 48% del territorio correspondería a un futuro Estado Árabe que debía conformarse y en el que deberían entrar el 70% de los habitantes de toda Palestina. El 1% restante, la Ciudad de Jerusalén, quedaría a cargo de la ONU.

En principio el sionismo aceptó esta idea que los favorecía ampliamente. Así el ejército israelí comenzó a sembrar el terror en las poblaciones palestinas para que se retiraran de sus ciudades y pueblos. Durante los años 47-48 se llevó a cabo la masacre que los palestinos recuerdan como Al Nakba1. Imposibilitados de defender sus poblados al rededor de un millón de palestinos huyeron del salvajismo sionista y se refugiaron en los países árabes vecinos. Así el 14 de abril de 1948 se instituyó el Estado de Israel en los territorios otorgados por la ONU. Una vez retirado el ejército británico, los países árabes enviaron tropas para restituir los territorios a los refugiados, pero la fuerza del ejército israelí profesionalizado al calor de la Segunda Guerra Mundial fue demasiado para las tropas desarticuladas de los países musulmanes.

Luego de que los Estados árabes desistieran de continuar los ataques el territorio quedó en un 80% en manos de Israel y el resto dividido en dos áreas la franja de Gaza, un pequeño enclave costero que limita con el desierto del Sinaí de 40 kilómetros de largo por 6 de ancho en donde viven más de 1.6 millones de palestinos, uno de los territorios más densamente poblados del mundo y sin los servicios básicos necesarios ya que Israel mantiene sobre esta zona un fuerte bloqueo que impide el ingreso de los recursos necesarios para que se desarrolle con independencia; el otro se encuentra al noreste y limita con Jordania y Siria: es Cisjordania.

Palestina hoy

Los ataques perpetrados por el ejército israelí sobre las poblaciones civiles produjeron más de un millón de refugiados en los países vecinos. Familias que perdieron sus casas, sus animales y sus tierras se fueron multiplicando en países vecinos o en campos de refugiados hasta llegar a 7 millones. Según las resoluciones de la ONU los hijos de refugiados son refugiados también y tienen derecho a retornar a sus tierras cuando termine el conflicto armado que los obligó a retirarse.

La solución es un cambio de mentalidad. Cuando se aborda la cuestión puntual de Palestina se habla de un Estado multicultural y democrático donde todas las etnias tengan los mismos derechos.
— David Comedi

David comenta que este es el elemento principal por el cual Israel, más allá de su discurso, no busca la paz sino por el contrario acentuar el conflicto. “Si entramos en un estado de paz permanente los árabes expulsados tienen que volver a sus pueblos que están dentro de Israel. El Estado Sionista no quiere esto porque echaría por tierra el trabajo realizado durante 60 años para tener un territorio sin presencia árabe”. Esto queda demostrado cuando avanza sobre territorios palestinos a través de los colonos que son israelíes que toman tierras fuera de Israel y el Estado pone al ejército para cuidarlos de las represalias palestinas. Sin ir más lejos, a sólo dos semanas de finalizar el último conflicto, Israel se agenció 400 hectáreas pertenecientes a Cisjordania donde gobierna Mahmud Abbas (Autoridad Nacional Palestina) uno de los dirigentes más moderados si se lo compara con Hamas (que gobiernan Gaza).

Hoy no se asoman posibles soluciones definitivas al conflicto. Israel mantiene los bloqueos a los enclaves palestinos y continúa con la expropiación de tierras. Los árabes que viven en el territorio de Israel se ven obligados a sufrir discriminaciones de todo tipo, son revisados en cada puesto de control y tienen que hacer largas filas para acceder a los permisos para circular. Israel ha generado un intrincado sistema de muros que atraviesan poblados palestinos complicando la vida cotidiana. Ha generado carreteras por las que sólo pueden circular judíos y que impiden que los árabes puedan trasladarse para acceder a hospitales o centros religiosos.

Al hablar sobre una opción de solución, David es muy escéptico; no ve la posibilidad de encontrar la paz en un futuro muy cercano ya que depende de un cambio de paradigma humano. “La solución es un cambio de mentalidad. Cuando se aborda la cuestión puntual de Palestina se habla de un Estado multicultural y democrático donde todas las etnias tengan los mismos derechos. Eso es muy lindo y sería bueno, pero mientras haya un poder colonial, armamentista y consumista como es el Estado de Israel apoyado por EEUU y las potencias europeas esto es muy  difícil. El negocio de las armas se basa en la existencia de enfrentamientos, los que producen las armas se mueren de angustia si no hay guerras, ¿a quién les venden sus productos si no hay matanzas? Entonces este es un elemento principal, hay gente ganando mucho dinero con la ocupación de Palestina. Hay quienes hablan de otra solución: Israel fue creado como el hijo que surge de una violación. Palestina fue violada, la limpieza étnica ya fue realizada. No se puede matar al hijo de una violación pero se puede tratar de armonizar su existencia con el entorno y establecer un Estado Palestino confederado con el Estado Judío y conformar una democracia un poco más real que sustituya a la etnocracia judía. Pero hay demasiados intereses para que la guerra continúe. Es difícil ver una solución puntual sin una solución para el planeta, hoy en día amenazado por el colonialismo y el imperialismo.  No es sólo Palestina es también Irak, las invasiones en Afganistán y otras zonas donde el objetivo es tomar posesión de sus recursos naturales. Esto es lo que implica este modelo de prepotencia no solo a nivel militar sino también cultural, la cultura del consumismo, la idea de poner los intereses económicos por delante de la subsistencia del planeta. Es un problema global, la subsistencia del planeta está en juego”.

Muchisimas cosas quedan por decir, es muy difícil abarcar las razones y sentimientos que aparecen al abordar la injusticia. Lo que queda es tratar de conocer lo mejor posible este tipo de sucesos resignificarlos, profundizar los análisis porque hoy aparecen poco claros, pero que algún día se recordarán más transparentes. Durante el desarrollo del nazismo pocos veían al movimiento racista como lo que realmente era, logró ilusionar a millones de personas en el mundo, logró que esos millones dieran sus vidas por él, parecía natural, una opción más. Hoy nadie cree que pueda ser tolerable una ideología así. Sin embargo por ahí anda, escondiendo sus pensamientos en discursos políticamente correctos y en eternas promesas de paz. Desnudar esos discursos es la tarea.

 

  1. Documental de la Cadena Al Jazhira sobre la Expulsión de los Palestinos de sus pueblos por parte del ejército de Israel https://www.youtube.com/watch?v=H7FML0wzJ6A

  2. Y si resulta que Israel no tiene derecho a existir? http://www.lajornadadeoriente.com.mx/2014/08/13/y-si-resulta-que-israel-no-tiene-derecho-a-existir-reflexiones-de-sharmine-narwani/