Jubilados y Jubiladas, los rostros de un país indiferente
/Por Lourdes Concha y Eduardo Albuixech
Es una mañana fría de julio, el viento golpea fuerte en la cara. En las puertas del banco Santiago del Estero, por la calle 24 de septiembre, jubiladas y jubilados hacen fila para cobrar sus haberes.
Rosario está sentada en su puesto, como todos los días desde hace dos años, esperando vender sus alfajores de maicena, empanadillas de cayote y batata y los dulces artesanales que prepara en su casa. Rosario es jubilada, tiene 71 años y es oriunda de Villa Quinteros, Monteros. Es madre de Antonio Rafael, que la acerca en su auto cada mañana hasta la convulsionada 24 de septiembre, para ganarse el peso diario.
La mujer cuenta que cobra la jubilación mínima, que hoy ronda los $215.600. “No nos alcanza. Es poquito lo que uno gana”, dice. Los gastos se acrecientan cuando se trata de su salud y de la de su compañero de vida quien, a pesar de sus enfermedades, la acompaña cada día con 76 años y sus achaques a cuestas. “El médico que nos atiende nos cobra $10.000. De los remedios caros tenemos que pagar el 50%”, cuenta Rosario.
Según la última medición del Índice de Precios al Consumidor de Tucumán (IPCT), que mide la Dirección de Estadística de la Provincia (DEP), la variación mensual de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) con respecto a mayo fue de 3,1%, y la Canasta Básica Total (CBT) fue de 4,1% durante el mes de junio en Tucumán. Estas cifras nos dicen que un adulto necesita $233.615 para no estar en situación de pobreza.
A unos pasos de Rosario, se encuentra Mirta con su puesto de medias, cuellos polares, peines, hilos y agujas. Ella también es jubilada. “Se vende muy poco. Hay días en que no vendo nada y me voy con la plata solo para el boleto”, dice. La mujer, que hace diez años se dedica a la venta ambulante, cuenta que por aquel lugar el reclamo de les jubilades es frecuente. Algunes le dicen que no les alcanza la plata para pagar los impuestos y, otros, que no llegan a fin de mes. Ella, por su parte, intenta subsistir con lo que obtiene de la venta, con la que sostiene la crianza de dos nietos pequeños.
La misma medición del IPCT informó, además, que la variación en el nivel general de precios fue del 4,6% en junio de 2024 con respecto a mayo de 2024, para el aglomerado Gran Tucumán y Tafí Viejo. Las categorías que más aumentaron fueron “Educación” (15,6%) seguida por “Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles” (14,7%). “Uno tiene que trabajar. Con la luz sí nos hacen rebajas, pero no sé ahora por qué hay que volverse a anotar. Tenemos que pagar el agua, el gas, la ropa para poder pasar este frío”, dice Rosario, poniéndole humanidad y cara a estos números duros. “No puedo dejar de trabajar, si no no vamos a tener”, dice, por su parte, Mirta.
La realidad y los números muestran que a los abuelos no les queda otro camino que seguir trabajando para poder vivir y garantizar el derecho elemental a alimentarse. Rosario recuerda: “Yo trabajé toda mi vida. Mi familia ha sido pobre y ha trabajado toda su vida. Trabajé desde los siete años”.
Más de sesenta años después, Rosario y su compañero se sostienen y acompañan. Unen sus manos e intercambian miradas, mientras ella saluda amable y vende. “Él no puede hacer nada, pero ahí está conmigo”, dice con emoción en la voz.
Rosario dice que “sueña con un país mejor” en el que debemos trabajar entre todos para salir adelante. Mientras tanto, el Gobierno Nacional impulsa un proyecto para modificar la Ley de Contrato de Trabajo (20.744) y elevar la edad jubilatoria de las mujeres.
La mañana fría queda atrás, el mediodía tiñe de ruidos la calle. Los abuelos y las abuelas se alejan, lentos, de la puerta del banco.