El juego de la culpa

Tragedia de Once
Tragedia de Once

Fue un análisis digno de ser escuchado en una verdulería, en la voz de una señora de barrio que, mientras elige tomates para la salsa, juega al "qué hubiera pasado sí". Pero no, la desafortunada conclusión de que la elevada cifra de muertos en la tragedia ferroviaria de esta semana se debió a la suma de una costumbre argentina con un día laboral vino de labios del secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi.

"Si esto hubiera ocurrido ayer, en un día feriado (...) hubiera sido una cosa mucho menor".

Triste forma de promocionar las bondades de los ya abundantes feriados.

"Hay una cultura muy argentina de ir a la punta del tren para bajar primero y llegar antes y pasar antes y no hacer cola".

Horrible interpretación de lo que ya representa un acto reflejo para miles de argentinos. No es picardía, es presentismo.

A nadie sorprendió la indignación que cundió por las redes sociales después de la conferencia de prensa que no fue tal (el señor Schiavi no quiso responder preguntas). Lo que sí sorprendió fue que, al día siguiente, lo primero que hizo el secretario de Transporte al comparecer frente a la prensa fue intentar aclarar un "malentendido" y refutar datos de una editorial. Las prioridades, una vez más, puestas de cabeza.

La tragedia desnudó más irregularidades que las del funcionamiento de los trenes o la capacidad de análisis de un funcionario. Que las ambulancias tuvieran que desviarse para llegar a la estación porque el santuario eregido por los familiares de las víctimas de Cromagnon interrumpía la calle Mitre constituyó casi una ironía. Drama sobre drama, desidia sobre desidia. Que una familia deambulara durante días por toda la ciudad buscando una respuesta que estaba en el mismo tren puede considerarse un absurdo, manchando lo que hasta ahora había sido el único aspecto impecable del manejo de la emergencia.

Mientras la pelota de la culpa pasa de mano en mano el mundo sigue girando. Durante semanas, tal vez meses, las palabras "subsidios", "contrato", "TBA" se repetirán hasta el cansancio. Caerá algún chivo expiatorio y se harán nuevas promesas. Miles, millones de argentinos usarán diariamente esa lotería móvil llamada transporte urbano. La atención y la tensión se irán diluyendo con el tiempo. O tal vez no, tal vez ésta, por fin, sea la tragedia que no fue en vano.

Cecilia Morán

cmoran@colectivolapalta.com.ar

Foto:Beatrice Murch, bajo licencia CC BY 2.0