Amarga espera
/Hay momentos en los que la sociedad hace una pausa. Minutos, segundos antes, el reclamo era voz y carne. Ahora sigue latiendo, pero casi en silencio, mientras la tensión gana los instantes previos a la lectura de una sentencia. La amarga espera hasta que la Justicia habla. Esa Justicia tironeada, codiciada, usada y abusada. Toma la palabra y define no sólo qué será del destino de los imputados de turno, sino también cuál será el sentir de la gente en los próximos días.
Sorpresa y desilusión, como en el juicio de Marita Verón.
Alivio agridulce, como en el juicio de Mariano Ferreyra.
Si son pocos años, si son muchos, si la condena alcanza a cubrir los zócalos del dolor. La Justicia no llega a satisfacer a todos. El debate posterior, las lecturas entre líneas, los escenarios que ya no serán porque ya se hizo, a medias o del todo o a ciegas, Justicia.
Hay casos que dejan de ser una desgracia de pocos y pasan a ser una bandera de todos. Muertes y ausencias que duelen más allá de los intereses y las creencias. Luchas colectivas que se topan con cientos de obstáculos para llegar a esa Justicia esquiva.
Sin responsables a la vista, como Paulina Lebbos.
Sin que se pueda llegar a un juicio, como María Medina.
Recientes o de hace décadas. Por accidentes de tránsito, por violencia de género, por terrorismo de Estado. Víctimas y familiares merecen respuestas de una Justicia sin vendas sobre los ojos y sin las manos atadas por compromisos políticos o económicos. Una justicia independiente, responsable y al servicio de esa sociedad que reclama, siente y espera.
Cecilia Morán
cmoran@colectivolapalta.com.ar