A 30 años del Juicio Ético a Bussi: cuando la acción colectiva desafió a la impunidad

Foto: Gentileza Luisa Vivanco

“1995, tiempos en que comenzaba a afianzarse el neoliberalismo en lo económico. Tiempos de privatizaciones de las empresas del Estado. Tiempos de desempleo y de pobreza profunda”, leyó Sara Mrad, referente de Madres de Plaza de Mayo, filial Tucumán. Con esas palabras, frente a un auditorio lleno, Sara dio inicio a la actividad para conmemorar los 30 años del Juicio ético contra el represor Antonio Domingo Bussi. “Tiempos en que regían las Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida y los indultos que impedían juzgar a los genocidas”, continuó y de esa manera puso contexto a aquel hecho histórico.

En ese contexto tan adverso, la desazón no ganó. Ganó la militancia, la decisión de buscar justicia, la necesidad de crearla. “Era imprescindible hacer un juicio ético-político a quienes fueron los ejecutores del plan de exterminio de militantes populares, para que nuestro pueblo diera una condena a quienes usaron la crueldad como herramienta política”, decía Sara. Hoy, con 16 juicios por delitos de lesa humanidad realizados en la provincia, no hay dudas: el juicio ético a Bussi fue el antecedente.

“Este juicio aportó la posibilidad de afianzar la decisión de los testigos, de declarar ante los jueces, con firmeza y convicción y de sostener aún con más fuerza nuestra exigencia de Justicia”, sostuvo la mujer con su pañuelo blanco en la cabeza. Para muchos sobrevivientes y familiares de víctimas del terrorismo de Estado, esa fue la primera vez que contaron públicamente lo que vivieron. No sabían si después sería posible hacerlo frente a un Tribunal y con los genocidas sentados en el banquillo de los acusados. No sabían si después habría condenas. Lo que sí sabían era que, en tanto de ellos dependiera, la Memoria, la Verdad y la Justicia no se quedarían solo en consignas.

19 de junio de 1995 en primera persona: algunos testimonios

María Coronel - hija de José Carlos Coronel y de María Cristina Bustos Ledesma, ambos desaparecidos por la última dictadura militar. Fue coordinadora de la Escuelita de Famaillá. Es militante de Derechos Humanos y una de las fundadoras de HIJOS - Tucumán:

“En junio de 1995 estaba a punto de nacer mi hijo, yo tenía 20 años y uno de los máximos responsables de un genocidio que me dejó huérfana, estaba a días de ser gobernador. Solo lograba atravesar la sensación de soledad y miedo gracias a que ya había encontrado en el camino a otres hijos e hijas con los que construimos familia y nos formamos para sostener una militancia sin descanso contra la impunidad.

Creo que activó un nuevo despertar del movimiento de derechos humanos que ganó fuerza y unidad para sostener la lucha que tuvo como resultado el segundo juicio histórico a Bussi, esta vez el de la justicia federal en 2008, que reivindicó la palabra de aquellxs que se animaron a hablar en 1995 con la necesaria condena a prisión perpetua”.

Luisa Vivanco - sobreviviente, se exilió en Venezuela hasta 1982. Es psicóloga integrante del equipo interinstitucional de acompañamiento a testigos víctimas del terrorismo de Estado.

“Yo había vuelto del exilio, iba aceptando cómo había quedado ese Tucumán tan valiente y tan dolorido. Ya hacía muchos años que había terminado la dictadura más terrible que vivió el pueblo argentino y los que la padecimos estábamos muy desilusionados, habíamos imaginado que con la llegada de la democracia se haría justicia, pero nuestras esperanzas fueron defraudadas. Desde quienes estaban en el poder se nos invitaba a olvidar y a perdonar a quienes nunca pidieron perdón ni se arrepentían de lo que habían hecho.

Ahora Bussi quería ser gobernador, nos agarró como si fuera el espanto y nos empezamos a reunir. Era pura impotencia y desesperación. La propuesta que nació de esas reuniones fue hacer un juicio ético y popular, organizado por nosotros, si desde el Estado no había justicia, nosotros lo juzgaríamos de manera pública y lo condenaríamos social y simbólicamente. Fue transformar esa bronca de forma colectiva que creo que aportó a la justicia que vino después”.

Estela Assaf - militante de Derechos Humanos e integrante de las Subversas. Formó parte del equipo de trabajo del área de Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia.

“Fue un tiempo raro, oscuro, de mucha incertidumbre. Yo sentía mucha impotencia, mucha rabia. Tenía sentimientos encontrados. Por momentos pensaba que todo lo que habíamos luchado, las y los compañeros perdidos, había sido para nada. Luego me decía que las semillas que sembramos iban a germinar y florecer. Entonces, no tenía muy claro la profundidad del daño causado por el Terrorismo de Estado en el pueblo de mi provincia o cómo había calado de hondo en su pensamiento y acción. Pero me dolía mucho esa situación.

El juicio Ético aportó nuevos datos que se recabaron con la búsqueda en documentos a los que accedimos acerca del accionar de Bussi, pues se investigó bastante sobre su actuación como jefe durante el Operativo Independencia y luego como gobernador de facto. Todo ese material se acercó luego a la Fiscalía que instruyó la causa y lo acusó en 2008”.

El mensaje 30 años después

En el contexto actual, donde reaparecen con fuerza los discursos de odio que generan sensaciones de miedo o impotencia, María dice que se hace imprescindible rescatar estas historias de resistencia y lucha. Recordar de lo que un pueblo es capaz cuando se piensa colectivamente.

“En aquel momento exigimos juicio y castigo y eso era objetivamente imposible, porque había leyes de impunidad”, remarca María. Y, como si no hubiesen pasado 13 años, se traslada a 2008. “Nos paramos ante un tribunal, con el corazón saltándonos en el pecho, para esperar que entrase el genocida y poder poner sobre nuestros rostros las fotos de los rostros de nuestros viejos. Llorábamos atrás de esas fotos pero aprendimos así, poniendo el cuerpo, bancando las que había que bancar, que lo imposible solo tarda un poco más cuando no dejás de pelearla”.

“Somos una generación que ha vivido cosas muy dolorosas”, sostiene Luisa, mientras busca qué decirles a las y los jóvenes. “Creo que lo que tenemos que transmitir es que no hay que rendirse, incluso en estos días tan difíciles. Que tenemos que buscar, ver y valorar las cosas se están haciendo y sumarnos, unirnos, no hacer nada en forma aislada, sino tener la capacidad de aceptar nuestras diferencias y poder hacer cosas juntos, de forma colectiva”.

Al abrir la actividad Sara dijo: “A 30 años de aquel juicio ético queremos inquietar a los jóvenes, inducirlos para que conozcan la historia de lucha en nuestra Patria, la resistencia y la convicción de nuestro pueblo por lograr una sociedad más justa, igualitaria, equitativa porque la única lucha que se pierde es la que se abandona”. Ese acto, que había empezado con la proyección de un juicio realizado hace 30 años, terminó con miles de abrazos apretados. Una especie de comunión entre quienes saben que los brazos no se bajan por más cansancio que haya.