(Des)Aparecer: cuando la imagen desafía al olvido
/“Tucumán es mi segundo hogar, mi segunda patria”, decía en una entrevista a este medio Ana Iliovich en 2017. Entonces visitaba esta provincia para presentar su libro El Silencio: postales de La Perla y sentada en la mesa de la cocina de la casa de su amiga, Luisa Vivanco, (su hermana, aclarará ella más tarde en reiteradas oportunidades), sostenía un mate que compartía con las anécdotas y los pensares.
Tucumán se había convertido en su segundo hogar porque desde diciembre de 1983, cuando regresó a la Argentina de su exilio, se instaló aquí para estudiar en la Facultad. Después, a mediados de los 90, volvió a Córdoba. “Vivir en un lugar donde la gente votaba a Bussi me hacía daño, se volvía irrespirable”, contaba en aquella charla. Ana nació en Bell Ville, una ciudad pequeña al noreste de Córdoba. A los 20 años, cuando ya se había instalado en la capital de esa provincia, Ana conoció el horror. Estuvo secuestrada en el centro clandestino de detención conocido como La Perla.
Foto archivo la palta | Ignacio López isasmendi
“Yo me crie en mi pueblo con unos padres muy amorosos y muy solidarios, con mucha sensibilidad social. Con una mamá que hacía entrar a los chicos que pasaban pidiendo por la calle y los bañaba y les ponía ropa, y les daba de comer. Mi papá, un médico que cobraba cuando se podía y si no, no cobraba. Una práctica cotidiana sin ninguna pose. Una familia con ideas socialistas”. La imagen de esa familia, en sepia, es la portada de su libro. “Yo soy una chica de los 70, desde la manera de pararme que tengo, hasta cómo camino y cómo me visto”, decía la mujer que hablaba de esa joven que escuchaba Viglietti y Serrat.
A los 20 años Ana conoció el horror. Después, cuando fue liberada y apenas pudo, se fue a Perú y se convirtió en una exiliada y una sobreviviente. “Yo digo, a veces, qué bueno el olvido. O sea, uno trabaja para la memoria y en no olvidar, pero estaría bueno dejar un rato colgada a la memoria en un ropero e irse a caminar por el río”, decía apretando el mate entre sus manos y con la mirada fija en algún lado. O en ninguno.
Ni el silencio ni el olvido fueron una opción verdadera y en esa búsqueda por hablar y dar testimonio de la propia historia, que era la de muchos que ya no la podrían contar, Ana se reencontró con la escritura. “De adolescente escribí algún cuentito, algún poema, algún amor” recordaba. “Escribir el primer cuaderno con la lista de los nombres, es tal vez mi primer testimonio y mi primera escritura. Cuando salí (del cautiverio) intenté hacer una novela que no me salió, que no encontré la manera de contar, así que la abandoné. Y después, mucho tiempo después, fui encontrando esta forma”, decía con el libro en la mano.
Ahora, ocho años después de aquella charla en la casa de Luisa, Ana regresa a Tucumán como protagonista, junto al fotógrafo Gabriel Orge. El film es un documental donde la fotografía tiene un rol fundamental en la construcción de memoria. (Des)Aparecer del director Piotr Cieplak, se proyectará en el marco de las Primeras Jornadas Regionales de Fotografía.
El documental recorre la vida de Ana y de Gabriel y su regreso a Bell Ville, la ciudad que los vio nacer a ambos. Orge es conocido por su intervención artística Apareciendo, una propuesta en la que proyecta los rostros de las personas desaparecidas por la última dictadura cívico militar en los muros de diferentes edificios. El regreso de los protagonistas a la ciudad cordobesa es un viaje marcado por el tiempo, la ausencia y el peso de los recuerdos.
“Tengo una fascinación por la relación entre historia, memoria y fotografía”, dice el director del film mientras se prepara para la proyección que se realizará por primera vez en Tucumán, el segundo hogar de Ana. Cieplak habla sobre aquello que lo motivó a la realización de esta pieza documental y señala que, en los últimos años, su interés hizo foco en las fotografías domésticas, aquellas que no nacen con un sentido documental o artístico, sino de registro personal y que, más tarde, por otros motivos se resignifican y pasan a contar la historia. “Se vuelven en otra cosa con un significado muy amplificado”, explica el director de origen británico, al tiempo que pide disculpas por la dificultad en su español.
La historia de Ana conmovió al cineasta cuando leyó su libro. Allí descubrió que, mientras estaba secuestrada, hubo un tiempo en que la dejaban salir en una especie de libertad vigilada por un par de días y luego, regresaba al cautiverio. “La foto familiar que sale en la tapa del libro es como una imagen imposible porque en esa foto aparece Ana, pero sigue desaparecida”. En esa misma época, Cieplak estaba haciendo una investigación acerca del trabajo de Gabriel. Descubrir que él también nació y creció en Bell Ville apareció con la contundencia que hace desconfiar de las casualidades. “Y así salió esa cosa conceptual, por eso que Ana tiene esa foto en que aparece, pero sigue desaparecida y Gabriel aparece, con su arte, a gente desaparecida”, cuenta con entusiasmo como si estuviera descubriendo este enlace por primera vez.
El documentalista describe como un privilegio haber acompañado a Ana y a Gabriel en ese recorrido de regreso a la tierra natal. Destaca la participación de Lisandro Iliovich, hermano de Ana, que aporta una perspectiva diferente: la de las infancias que poco sabían de lo que ocurría en aquellos años de dictadura, pero que entendían que algo no estaba bien. Dice que espera que su película aporte en la reflexión sobre la importancia de la construcción de Memoria, sobre todo en tiempos donde el negacionismo se cuela por todas partes.
La proyección está prevista para este viernes 28 de marzo a las 19 en el salón principal del Hilton Garden(Miguel Lillo 365) y contará con la presencia del director, de la protagonista y la participación del fotodocumentalista tucumano Julio Pantoja. La actividad es gratuita y abierta a todo el público.