De barrios y proyectos truncos

Fotografía cortesía de Alejandra Cocimano

El Programa Mejoramiento de Barrios (PROMEBA) tiene por objetivo la inclusión social y urbana de una importante parte de población que reside en villas y asentamientos irregulares, brindando acceso a la propiedad de la tierra, mejorando la infraestructura urbana y realizando un saneamiento ambiental. Para ello cuenta con una unidad de Coordinación Nacional (UCN) que opera a través de unidades ejecutoras provinciales y municipales, con el financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

El programa ha tenido varias etapas desde el año 97 en que comenzara a implementarse a nivel nacional, hasta llegar al llamado PROMEBA III vigente desde 2012. En nuestra provincia llevaba cerca de 13 años este enero cuando todos los técnicos fueron despedidos sin previo aviso. Hoy, en un ambiente de incertidumbre, la continuidad del programa como había sido proyectado peligra.

Lo ambiental y lo humano

Alejandra Cocimano es bióloga y comenzó a trabajar como consultora ambiental del PROMEBA en el año 2014. Su trabajo, dentro del equipo interdisciplinario que formaba junto a una psicóloga y una arquitecta, se enfocaba específicamente en el Barrio Antena, un asentamiento en Alderetes, ubicado sobre la costa oeste del Río Salí. Alejandra realizaba un trabajo social: censos, entrevistas, acompañamiento a las familias y asistencia técnica. Además, como profesional del área, era su tarea aportar la ‘visión ambiental’ para la toma de decisiones y el diseño del proyecto. Las funciones se fueron actualizando en nuevos contratos cortos, para ajustarse a las nuevas necesidades: “En estos meses habíamos hecho trabajos de gestión en la municipalidad para que el basurero haga un recorrido que pase por ahí y también educación ambiental. Habíamos dado algún taller cortito y estábamos armando un taller más grande sobre el manejo de la basura, cómo hacer reciclaje, cómo disminuir el volumen de la basura que se genera”, y agrega: “También hice un diagnóstico ambiental del barrio: un plano de riesgo ambiental donde quedaba plasmado todas las situaciones de riesgo que yo identificaba: anegamiento, basurales, contaminación del agua, del suelo, que después servía en información base”.

Cocimano explica que el proceso de ejecución del PROMEBA consta de varias etapas, y suele empezar por lo que llama ‘preurbanización’, es decir, el trabajo previo a realizar las obras de infraestructura pública. En esta etapa se pretende que el terreno quede apropiado para la posterior realización de las obras. En el caso del Barrio Antena, luego de los primeros estudios de base se dieron con que había un sector de la población estaba asentado sobre la llanura de inundación del río, un gran riesgo ambiental. Si bien el PROMEBA trabaja con otros problemas ambientales (como la falta de cloacas, de disposición de los residuos, de agua potable o todas las enfermedades que se generan a partir de la acumulación de basura), una zona inundable, además de atentar contra la seguridad de muchas familias, constituye un impedimento para la realización del proyecto ya que el BID no aprueba para su financiamiento proyectos en zonas de tan alto riesgo. El traslado de aquellos que estaban en peligro constituía el paso previo para comenzar a operar sobre ese terreno.

“En 2014 lo que se ha hecho es relocalizar a un sector de la población que eran como cien familias que estaban en esa zona inundable del rio Salí. Se los ha trasladado a un barrio construido por el IPV también en Alderetes. Como obviamente había gente que no se quería ir, que quería quedarse, y otros que estaban muy interesados en irse, hemos implementado una cosa que es la reubicación en donde los vecinos se ponen de acuerdo y hacen un intercambio de casas: el que no se quiere ir, le cambia la casa a algún vecino que sí se quiera ir del mismo Barrio Antena”, explica Alejandra.

También se realizaron trasladados de otras personas que se encontraban en zonas que se anegaban por las lluvias, y a familias que estaban muy hacinadas en manzanas muy grandes y desordenadas. “En esos casos, la solución que se ha buscado es abrir calles para generar un mejor ordenamiento de las manzanas y de las casas dentro de esas manzanas, y obviamente una mejor circulación peatonal y vehicular”.

En estas tareas se desempeñaban Alejandra y sus compañeros del programa hasta el pasado 13 de enero en que fueron comunicados, sin previo aviso, de que a partir de ese momento el PROMEBA prescindiría de sus servicios.

De un día para otro

Cocimano recuerda lo ocurrido y confiesa que siente algo de bronca. “Era un día de trabajo, estábamos en el barrio, creo que habíamos tenido alguna reunión con algunos vecinos ese día y en lo que estábamos volviendo desde el barrio a la oficina del IPV en el centro, nos piden que vayamos a la sala de conferencia, que íbamos a tener una reunión urgente. Llegamos sin tener la menor idea de para qué era que nos llamaban y nos llamaban para avisarnos que estábamos sin trabajo desde ese mismo momento”. Dos horas más tarde, su jefa llegaría con un email impreso, enviado desde la UCN que en dos renglones dejaba sin efecto todos los contratos, firmados y aprobados en diciembre de 2015 del PROMEBA en Tucumán.

Si se destinan los fondos únicamente para obras de infraestructura y se queda sin personal técnico pasa a ser un programa de urbanización como cualquier otro (...), quitando del medio lo que es la parte humana.

Hoy reina la incertidumbre respecto al futuro del programa en la provincia. Según lo declarado hace algunas semanas por el secretario de Vivienda y Hábitat de la Nación, Domingo Amaya, la continuidad del programa no correría riesgo, sin embargo, no se prevé que ninguno de los 25 empleados despedidos, algunos de los cuales llevaban más de 10 años trabajando en el programa, vayan a ser reincorporados.

“Consideran que el programa puede continuar sin profesionales, sin gente, que directamente el dinero va a ir para las obras de infraestructura, que no hace falta tanto recurso humano”, comenta Alejandra quien explica que la esencia de las tareas que se venían realizando era el trabajo con la gente que permitía contrastar los aspectos sociales, ambientales y legales con la voluntad de la gente, sus deseos y necesidades. “Si se destinan los fondos únicamente para obras de infraestructura y se queda sin personal técnico pasa a ser un programa de urbanización como cualquier otro que se encarga de la parte técnica y física de levantar edificios y pavimentar calles, quitando del medio lo que es la parte humana”.  

A más de un mes de su despido, lo que más parece pesar a esta bióloga con un trabajo poco ortodoxo entre los de su profesión es lo que esto significa para los pobladores de esos barrios en los que el PROMEBA accionaba. Días después de que su contrato fuera rescindido, a través de una red social, escribió: “Lo más grave no es eso… sino que habernos quedado fuera implica que los proyectos que teníamos a cargo quedan abandonados. Esto significa que en Tucumán quedaron 5 barrios, alrededor de 10.000 personas, abandonadas a mitad de camino sin llegar a consolidarse el barrio que necesitan y se merecen. Estos vecinos seguirán entonces viviendo marginados, sin agua potable, sobre un suelo contaminado repleto de basura, junto a un río Salí que da pena”.

Proyectar el barrio necesario

De narrar sobre ese trago amargo que fue el despido, Alejandra pasa a hablar de los comienzos y el tono se vuelve más alegre: “Cuando entré a trabajar nadie nos quería.” dice riéndose. “Éramos las intrusas que íbamos a meternos en el barrio. Además en general los vecinos viven desilusionados con cosas que les prometen el gobierno y los punteros políticos y que después no cumplen. Entonces, obviamente, las del PROMEBA caímos en la misma bolsa”. Sin embargo, cuando los vecinos vieron que no se iban a ningún lado, la comunicación comenzó a fluir más, empezaron a conocerse y a diseñar en conjunto el proyecto de preurbanización. “Ahí me parece que ellos se han empezado a dar cuenta del poder que tienen como comunidad porque asociándose así con nosotros ellos podían decidir dónde iban a tener una calle, dónde una plaza, y ver que nosotros estábamos ahí para facilitarles ese nexo entre lo que ellos desean y llevarlo a la realidad”, explica.

Aunque la mayoría de las veces la realización de las obras proyectadas, para las que dependían de la Municipalidad, se demoraban más de lo contemplado, Cocimano rescata el hecho de que todo llegaba a concretarse, lento pero sin pausa: “De la facultad yo he salido más preparada para otra cosa, como la investigación, un trabajo más teórico, nunca ves un resultado muy tangible. Y en este laburo me he empezado a dar con eso, con que las cosas que armaba con mi equipo se iban concretando en algún momento. Entonces la calle que habíamos dibujado en el papel a los seis meses, diez meses, el tiempo que sea, finalmente era una calle”.

La mayoría de la gente ama su barrio, es donde la mayoría ha nacido, quieren seguir viviendo ahí, están orgullosos de vivir ahí pero están estigmatizados desde afuera como si fuera una zona peligrosa a la que nadie quiere entrar.

La interacción con la gente para mejorar sus condiciones de vida en los barrios es lo que más valora, y de lo que más ha aprendido de sus años en el PROMEBA. Se trata de un ‘trabajo participativo’ que diferencia a este de todos aquellos programas de erradicación de villas en que se las levanta y se traslada a los residentes a barrios nuevos. “Aquí todo es por decisión voluntaria de la comunidad que vive ahí. Se hace todo un trabajo social durante varios años: un seguimiento, censo, diagnóstico para ir estudiando el lugar e ir acercándose a la gente y de esa manera ir armando todas las propuestas con ellos. Así, todo lo que se arma, todo lo que se genera es con la gente, con la participación activa de ellos, no hay nada impuesto”, destaca convencida.

Más que un contrato, es este vínculo humano, construido con esfuerzo en un trabajo que describe como “duro, lindo e interesantísimo”, el que queda sin efecto con los despidos del enero pasado. “La mayoría de la gente ama su barrio, es donde la mayoría ha nacido, quieren seguir viviendo ahí, están orgullosos de vivir ahí pero están estigmatizados desde afuera como si fuera una zona peligrosa a la que nadie quiere entrar”. Según Alejandra, la manera de reforzar ese amor por el barrio y de combatir los prejuicios externos, se logra a través de la integración de estos asentamientos y la mejora en las condiciones infraestructurales, ambientales y sociales en las que allí se vive.

Además del mejoramiento, la integración o la posibilidad de escrituración de los lotes para aquellas personas que viven hace más de veinte años en un mismo lugar sin los papeles legales, el trabajo del PROMEBA en Tucumán aporta una visión profunda de lo que significan los barrios para sus habitantes, en donde entran en juego cuestiones tan centrales para el género humano como la identidad, la pertenencia y la voluntad de transformación. “Va mucho más allá de hacer una obra de infraestructura como pavimentar una calle, hacer una plaza y listo. Es como que se mueven cosas desde los cimientos” concluye Cocimano.

Cabe esperar que los cimientos resistan a las nuevas sacudidas y que lo construido no se venga abajo.