Cumbre de Cambio Climático: “La palabra que más se escuchó fue ‘decepción’”
/Luego de la pandemia, que postergó el encuentro del año pasado, y el reclamo urgente de movimientos ambientalistas ante el aumento exacerbado de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26. Del 31 de octubre al 12 de noviembre, representantes de más de 190 países se reunieron en Glasgow (Escocia) para generar acuerdos en torno a la crisis climática y al uso de los recursos naturales. A partir de las bases sentadas por el Acuerdo de París en el año 2016, esta cumbre tuvo como principal objetivo evaluar los resultados y alcanzar niveles de temperatura a 1,5 grados.
En la primera semana del encuentro se destacaron los anuncios de los países partícipes y sus esfuerzos por demostrar buena voluntad en la lucha contra el cambio climático. Los líderes globales acordaron reducir para 2030 el 30% del metano, uno de los gases de efecto invernadero más contaminantes producto de la extracción y de los vertederos de combustibles fósiles en la actividad ganadera. Además se comprometieron a frenar la deforestación en los próximos 20 años. “Este acuerdo está bueno, pero en Argentina predomina la industria agrícola y ganadera. Hay que ver qué plan va a impulsar el gobierno y la manera en la que lo va a realizar”, dice Nina Sosnitsky, activista tucumana presente en Glasgow en representación de la organización Jóvenes por el clima.
La segunda semana de la COP 26 estuvo marcada por las negociaciones entre países y las dificultades que surgieron al momento de alcanzar acuerdos. “Hay un tema de responsabilidad que hace el diálogo bastante difícil. Se sabe quienes son los mayores productores de emisiones de carbono, podríamos nombrar a China o Estados Unidos, y por eso son jugadores importantes a la hora de involucrarse y firmar los acuerdos”, explica María Casal, integrante de la organización Sustentabilidad Sin Fronteras y representante argentina en la misión del Reino Unido para el Sur global. “Ser responsable implica un lugar que incomoda mayormente al norte”, manifiesta Casal. En la categoría de Sur global se encuentran los países que atraviesan dificultades económicas y sociales, amplificando el concepto de países en desarrollo. Abarca regiones como Latinoamérica pero también naciones como India, que está en el norte, pero que tiene un conflicto socioeconómico. Esto hace que sea un país en vías de desarrollo más allá de que se ubique geográficamente al norte.
Asignaturas pendientes
“La palabra que más se escuchó en el recinto fue ‘decepción’”, dice Casal. Si bien se lograron acuerdos que imputan y sancionan el uso de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón o el gas natural, poco se profundizó respecto de los puntos del Acuerdo de París en torno a los daños y pérdidas. “Se postergó y esto significó retroceder. Es necesario comprender que la crisis climática es un asunto de derechos humanos”, explica Sosnitsky. Respecto de esto, los movimientos expresaron que estos derechos no son negociables no solo para los ecosistemas y las comunidades afectadas por las actividades de explotación de los suelos y mares, sino también por la persecución que sufren los ambientalistas: “en 2020 murieron cuatro activistas medioambientales por semana. Es un número alarmante y drástico”, denuncia Casal. La organización Global Witness ha reportado 227 asesinatos de defensores medioambientales en 2020, principalmente en Latinoamérica. Colombia y México registran el número más alto de ataques a activistas en defensa de tierras indígenas y de bosques con cultivos de coca. El informe confirma que globalmente un 70% fueron asesinados por proteger ríos, océanos y ecosistemas costeros.
A su vez, esta cumbre se destacó por las manifestaciones dentro y fuera del encuentro. Activistas sociales y ambientales se unieron para exigir que el Sur global sea escuchado e incluido en las negociaciones. La presencia de los pueblos originarios se destacó también en esta conferencia. Hubo encuentros entre culturas ancestrales y culturas occidentales, y la apertura de espacios de concientización respecto de la manera en la que el cambio climático afectó a las comunidades. “Los pueblos originarios estuvieron dentro de la COP, pero a medida que se acercaban al diálogo todo se volvía más elitista”, comenta la representante de Sostenibilidad Sin Fronteras. “Fue un evento atravesado por la pandemia y de por sí los accesos se vieron afectados. Pero mucho más para los pueblos originarios porque, si bien las Naciones Unidas tienen 36 idiomas oficiales, no se contempla su lengua”, aclara María.
La juventud también se hizo notar con dos grandes marchas por las calles de Glasgow: la primera contó con la presencia de 30 mil personas y la segunda, con 100 mil. También hubo una gran presencia de jóvenes dentro de la conferencia. “Fue muy positivo encontrarse con chicos de diferentes partes del mundo. Da esperanza ver una juventud mundial preocupada y movilizada. Esto va a generar un buen impacto para las decisiones que se tengan que tomar”, reflexiona la integrante de Jóvenes por el clima. “Pudimos encontrarnos unos minutos con el presidente Alberto Fernández y el hecho de que nos haya visto ahí es muy importante”, agrega Nina.
A pesar de la fuerte participación de estos actores de la sociedad civil, ni los pueblos originarios ni las juventudes tuvieron lugar en los espacios de toma de decisión. “No es una conversación fácil pero hay patrones dominantes que se intentan desarmar para crear un mundo más justo. Es hacia ahí donde está virando la conversación en torno a la próxima COP27 en Egipto”, comenta María Casal y concluye: “hay que impulsar el diálogo entre justicia social y justicia ambiental. Esto es crucial para evitar estos gustos amargos dejó la COP26”.