Infancia Institucionalizada: “estás acá por un tiempito”

Foto cortesia de Mercedes Vaca

“Ningún niño puede crecer y hacerse fuerte en una institución. Estoy aquí para hablar sobre el derecho a ser cuidado que tiene todo niño, niña y adolescente”. Así inició su intervención Mercedes Vaca frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en una audiencia pública que se llevó adelante a mediados de marzo de este año, en San José - Costa Rica.

Mercedes tiene 22 años, vivió gran parte de su infancia en Dispositivos de Cuidados Institucionales (DCI), en Tucumán, actualmente coordina el área de participación de la Asociación Civil DONCEL y es estudiante de Derecho.

Según el Censo Nacional de Dispositivos de Cuidado Residencial de niñas, niños y adolescentes (en adelante, NNyA), realizado entre diciembre de 2022 y febrero de 2023, por la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), hay 605 dispositivos de cuidado de modalidad residencial, de los cuales más de la mitad se concentran en las provincias de Buenos Aires (el 35,9%, es decir 217), en Santa Fe (el 11,9%, o sea 72), en Córdoba (6,3%, 38) y en Tucumán contamos con el 1,3%, es decir 8 dispositivos. De estos, el 52,2% (316) es de gestión estatal y el 47,8% (289) restante de gestión privada. 

La joven activista, egresada del Sistema de Protección de NNyA, explica que “la Ley dice que el tiempo máximo que un niño, niña o adolescente debe permanecer en la institución es de 180 días. Yo pasé 6 años institucionalizada con mentiras constantes que sólo generaban esperanzas de salir pronto, como: “estás acá por un tiempito”, o “ya vas a egresar””. 

La misma advierte que su caso no es una excepción y expone: “esta es la realidad de la gran mayoría de los NNyA institucionalizados. No solamente de Tucumán, ni de Argentina, sino de toda la región”. 

En Argentina, según el artículo 39 de la Ley 26.061, las medidas excepcionales “se adoptan cuando las niñas, niños y adolescentes estuvieran temporal o permanentemente privados de su medio familiar o cuyo superior interés exija que no permanezcan en ese medio”. Se supone que son medidas limitadas en el tiempo, que se prolongan mientras persistan las causas que les dieron origen. Asimismo, se plantea que el recurrir a formas convivenciales alternativas –como por ejemplo los hogares convivenciales- sólo se aplicará en “forma excepcional, subsidiaria y por el más breve lapso posible” (Art. 41).

“La institucionalización es violenta, porque el cuidado no es personalizado y por la falta de capacitación para las y los trabajadores se siguen viviendo violencias dentro de los dispositivos”, manifiesta Vaca. Es por esta y otras razones que, según explica, desde DONCEL apelan a un cambio en el sistema de protección y crearon una guía con 10 motivos para tal transformación.

Según los datos del censo antes mencionado, al comparar la capacidad de alojamiento (en plazas) y la cantidad de NNyA que efectivamente se alojan en los dispositivos al 1 de diciembre de 2022, más de la mitad se encuentra en una situación de subocupación 54,3% (328), es decir, tiene más plazas que NNyA alojados. Sin embargo, el 23,1% de dispositivos (140) está en situación de sobreocupación, es decir que tiene más NNyA alojados (3.152) que las plazas informadas disponibles (2.242).

Vaca insiste que “teniendo en cuenta que muchos chicos y chicas, llegan a situaciones de riesgo por la falta de recursos simbólicos y materiales en la que viven sus familias” el Estado debe tomar conciencia y acompañar a esas familias, generando redes de contención reales, con asistencia social, apoyo económico y articulando instituciones de salud y educación en el territorio principalmente. 

Mercedes cuenta que desde su ingreso al sistema por denuncias de violencia a los 6 años hasta su egreso, el Estado le falló. “Hasta viví con una familia adoptiva. Yo no tenía la información clara del proceso y por falta de acompañamiento la vinculación fracasó”. También relata que de un día al otro se encontró sola teniendo que enfrentarse a subsistir por sus propios medios, porque ya tenía 17 años y no estaba en condiciones de volver a la institución. 

 Desde hace unos años Mercedes volvió a transitar por el interior de un dispositivo, pero desde otro lugar, como voluntaria. “Es complicado porque justo voy a una institución en la cual yo viví. Todavía hay trabajadoras que me cuidaron. Me veo reflejada en las niñas alojadas y vuelvo a sentirme desprotegida”, comenta, y concluye: “Nada de lo que yo pasé le debería pasar a otro niño, el sistema debe transformarse sí o sí, con nuestras voces como protagonistas”.