La silla de atrás
/“Cuando mi padre volvió del infierno, como decía él, no quiso contarnos nada”, había dicho uno de los más de 400 testigos que pasaron por la sala de audiencias. “Sobre esta experiencia yo cerré los ojos y bajé una cortina. Me cuesta mucho hablar. Permanecí con miedo durante muchos años”, inició su declaración otra testigo. Ellos guardaron esos recuerdos en lo más profundo. Algunos pudieron hablarlo con su familia, con sus amigos, con un terapeuta, con alguien. Otros solo callaron. Algunos creyeron que lo mejor era olvidar, otros esperaron esta oportunidad para que eso que habían visto y vivido sea escuchado y valorado en la búsqueda de justicia. Cada jueves y viernes los testigos se sentaron frente al tribunal, a su derecha estaban los imputados, muchos de los responsables directos del calvario que les habían hecho vivir.
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